En las últimas páginas de Paul Verhoeven, Carne y Sangre, estudio sobre el director holandés publicado en 2001 por Glénat, el crítico Tomás Fernández Valentí apuntaba futuros proyectos de Verhoeven tras El Hombre sin Sombra (2000), su última película hasta la fecha.
Entre ellos figuraban aproximaciones biográficas al "monje loco" Rasputín, el dictador Adolf Hitler o la feminista del XIX Virginia Butoff, y diversos relatos de intriga ambientados al final de la Segunda Guerra Mundial y el principio de la Guerra Fría.
Ninguna de estas posibilidades ha podido concretarse. Pero, en cualquier caso, Verhoeven declaraba que su intención era reorientar su obra hacia el cine realista, cansado del encasillamiento que había supuesto para su carrera la realización de filmes como Robocop (1987), Desafío Total (1990), Starship Troopers (1997), o las andanzas ya citadas de un Kevin Bacon invisible.
Pues bien, han tenido que pasar cinco años para que Paul Verhoeven pueda volver a dirigir, y hacerlo con un tema ajeno a las fantasías espectaculares. Mark Jean, guionista y director televisivo, se ha inspirado en el libro de Lawrence Taylor A Trial of Generals, para escribir el guión de Beast of Bataan, que contará el juicio por crímenes de guerra al que fueron sometidos por los norteamericanos, terminada la Segunda Guerra Mundial, los generales japoneses Tomoyuki Yamashita y Masaharu Homma. Verhoeven realizará el filme, cuya producción está previsto comience este invierno.
Yamashita y Homma fueron condenados a muerte como responsables de los bombardeos sobre Manila cuando la ciudad fue declarada abierta en 1941, y de los maltratos a prisioneros en 1942, durante la Marcha de la Muerte. Esta marcha tuvo lugar cuando el General Douglas MacArthur escapó de Filipinas dejando atrás quince mil efectivos estadounidenses, cien mil nativos, y numeroso personal civil y médico. Los japoneses decidieron conducir a pie, dada la escasez de medios de transporte, a miles de prisioneros hasta San Fernando, desde donde los capturados serían trasladados al campo de concentración O'Donnell. Durante la ruta, los oficiales al mando posteriormente juzgados no pudieron evitar que sus tropas cometieran todo tipo de desmanes contra los prisioneros.
Se da la ambigua circunstancia de que quien se encarga en 1945 de que los cargos contra Homma y Yamashita se concreten y resuelvan "de manera sumaria y en el menor tiempo posible" es MacArthur, que no había olvidado su ignominiosa retirada de Manila forzado por la estrategia militar de Homma. La única gracia que el militar norteamericano concede al japonés, al que se pudo declarar culpable por las acciones de la soldadesca bajo su mando, pero no por la comisión de atrocidades, es la de morir fusilado en vez de ahorcado.