Auténtico viaje en el tiempo el que ha hecho esta película para devolver la historia de H.G.Wells a la gran pantalla. Viaje que se sigue por uno de los vástagos del autor del libro en que se inspiraba aquella, y que aquí se rehace de la única forma que podía plantearse un remake de estas características.
Tener la sangre del autor no ha sido ni mucho menos el principal baluarte de Simon Wells. Su experiencia en la animación dentro de Dreamworks le ha valido la confianza necesaria para hacer el espectáculo de imágenes en que se quería convertir este regreso que pondría derroche donde antes había artesanía para ocultar carencias. No cabe duda alguna de que a la hora de contar historias de ficción de esta talla, lo mejor son los medios actuales. Y lo cierto es que a tenor de la primera mitad , la idea ha funcionado de forma holgada, y así tenemos la ocasión de atender a un auténtico espectáculo de imágenes que le viene como anillo al dedo al planteamiento de los viajes a través del tiempo. Sin nada que reprochar en el aspecto técnico, tan sólo queda que el desenlace lleve a algún sitio más o menos interesante en que algo nos haga pensar que todo lo visto se dirigía a algún lugar.
Aunque no, como alguno puede ir deduciendo, sería demasiado bonito tenerlo todo, y hay que conformarse con lo ya expuesto: después de haber disfrutado como niños en esta excepcional odisea por alterar el pasado que lleva a su protagonista a buscar respuestas en otros tiempos, el ritmo acaba cayendo con la excusa de contar algo, y ese 'algo' es tan poco interesante y simple como pudo haber sido en una versión precedente que esta ocasión se podía haber arreglado. Y es que tener una segunda oportunidad debería servir para algo más que para un bonito surtido de imágenes perfectas que nos distraigan durante un rato, más cuando en el reparto hay gente como Jeremy Irons al que si se le diera más que un papel de extra podría arreglar un poco tanta planicie.