Apareció la idea de convertirlos en carne y hueso, de darles una tercera dimensión y buscar rostros a sus pintorescas figuras, y la sensación de idea excéntrica tratando de rentabilizar un nombre -en esta ocasión dos- merecía poco respeto y obligaba a los malos augurios.
Pero saber que Fesser, autor de una de las comedias más elaboradas de los últimos años con la irreverente "El Milagro de P.Tinto", iba a estar detrás de la cámara, lo cambiaba todo, daba una nueva visión del proyecto y hacía creer en una posible imagen en carne y hueso semejante a la cocinada en la mente de Ibañez.
Con todo lo que se iba desvelando, un casting preciso, dispuesto a hacer de la fealdad caricaturesca de ese atajo de calvos, gordos y poco agraciados torpes, justo lo que el comic desprendía siempre, y un apartado visual que con los medios técnicos necesarios lograría una fantasía de golpes y explosiones, esta gran aventura estaba llamada a ser una de las bazas para la recuperación del flojo año que lleva el cine español.
El humor conserva así una fidelidad atenuada sólo por una perdida de inocencia, una versión quizá algo más adulta de las trapisondas de un par de besugos metidos a Agente Secreto. Por lo demás, conserva la misma chispa y esa afición a desmitificar y presentar un lado cutre que tan bien plasmaba el ilustre dibujante. Mezcla además -para gusto de sus fieles lectores- a otros personajes de la "familia", incluyendo a un apropiadísimo Rompetechos que vagando por la Rue del Percebe se unirá a esta locura incontrolable.
Aunque el humor no llega a la variedad de P.Tinto, se limita más a un espectáculo imparable de josconcios, despropósitos y peleas, que de la risa inicial por la contundencia, acaba por convertirse en algo cotidiano que agota a partir de la primera hora. Y acercándose a las dos de metraje, muchas son las tortas que acaban por olvidarse, parte de un entramado cargante de escenas que si bien responden a una parte clara de la exigencia de la adaptación, llegan a necesitar de descansos, de un ritmo más variado que no evite el constante recurso a una broma de dibujos animados.
En conclusión, una película sin trama, o en la que esta es secundaria, puede presentar un inicio prometedor, pero el nudo y desenlace son más complicados de llevar. Y aquí eso se acaba notando.