Dicen los cínicos que el amor inspira las mayores hazañas e inhibe luego de cumplirlas. Sin embargo Justin Quayle (Ralph Fiennes), un diplomático británico de carácter apocado y acomodaticio, sí tendrá el valor de romper con el ambiente hipócrita de su profesión para averiguar qué se esconde tras el asesinato de su amada Tessa (Rachel Weisz), una activista que había descubierto los siniestros tejemanejes de las empresas farmacéuticas occidentales en África.
No he leído el libro en que se basa El Jardinero Fiel, y no sé hasta qué punto el guión de Jeffrey Caine habrá sabido apurar lo expuesto por el novelista John Le Carré. En sí misma, la película dirigida por Fernando Meirelles (Ciudad de Dios) desarrolla tres argumentos de desigual interés tal y como se cuentan; tanta acumulación responde, para variar, al deseo de conjugar el romance, el espectáculo y la denuncia en un producto de prestigio que satisfaga la vanidad de sus autores, las exigencias de la crítica y los académicos, y el insaciable deseo del público por disfrutar de estrellas atractivas haciéndose arrumacos. El sentido profundo de la producción, el mensaje –porque se trataba de eso, ¿no?- hubiera quedado bastante mejor explicado en un buen documental. Pero eso ya lo intentó La Pesadilla de Darwin hace unos meses con un tema relacionado, y que levante la mano quien la vio.
El aspecto que mejor funciona en El Jardinero Fiel es la historia de amor entre una mujer que subvalora a su hombre, y un hombre que responde a las inquietudes de su mujer cuando ya es demasiado tarde. En ese desencuentro y en su posterior reparación, que culmina con un final muy bello, se halla lo mejor de la empresa. La intriga y el suspense dejan en cambio que desear porque lo fundamental lo sabemos a poco de arrancar la película, por lo que terminan pesando los reiterativos 129 minutos. Y de la misma manera, como ya hemos señalado, lo de las injusticias flagrantes de Occidente con el Tercer Mundo hasta cuando aparenta ayudar no va más allá de lo planteado en los primeros minutos.
Mención aparte merece la realización de Meirelles, que vuelve a demostrar su virtuosismo en la concepción artística de la fotografía (César Charlone), increíblemente variada en el retrato de entornos y estados de ánimo, y del montaje (Claire Platoon Simpson), que impulsa dramáticamente la película mucho más allá de lo escrito en el guión. Cierto que ocasionalmente El Jardinero Fiel parece un episodio de Lonely Planet o un publirreportaje solidario, pero al menos Meirelles se ha esforzado por aportar visualmente algo más que la mera ilustración de los hechos. La música, por cierto, es obra de Alberto Iglesias.
El buen hacer y la nobleza de las intenciones están ahí. Queda en manos de cada uno decidir si de verdad de verdad El Jardinero Fiel es una película que una vez vista en el cine se espera ansiosamente a que salga en dvd para devorarla una y otra vez. Yo no lo haré.