En una entrevista reciente Jodie Foster manifestaba su orgullo por haber participado en un film clave de los 70 del pasado siglo (Taxi Driver), y lamentaba el conformismo creativo en el que han caído algunos cineastas de aquella época -cuyo espíritu inmortalizó Peter Biskind en el libro Moteros Tranquilos, Toros Salvajes-.
Martin Scorsese y Francis Ford Coppola son ejemplos de ese conformismo. El primero ha devenido un simple ilustrador de películas tan grandilocuentes como huecas (Gangs of New York, El Aviador). Aun así, su talento y la mediocridad ajena le permiten mantenerse a la cabeza del cine norteamericano. El caso de Coppola es simplemente dramático. Unas declaraciones de Tim Burton con motivo del estreno de Sleepy Hollow (1999) daban cuenta de lo bajo que había caído el creador de El Padrino I y II, Apocalypse Now, La Ley de la Calle o Tucker: “Me enteré de que Francis Coppola era productor ejecutivo de la película cuando leí los títulos de crédito” .
Y es que mientras cultiva una mitología a lo Orson Welles en torno a Megalópolis, grandioso proyecto que no realiza debido aparentemente a la necedad de los ejecutivos hollywoodenses, los hechos son que Coppola lleva muerto artísticamente desde su discutible Drácula, hace ya catorce años. Después se ha limitado a reelaborar sus clásicos (The Godfather Trilogy 1901-1980, Apocalypse Now Redux, Rebeldes: The Whole Novel), a dirigir naderías como Jack o Legítima Defensa, a ejercer confusas labores de producción para las obras de su hija Sofia (Las Jóvenes Suicidas, Lost in Translation) o las de cualquier otro (la citada Sleepy Hollow, Jeepers Creepers I y II, Kinsey), e incluso a remontar películas en situación crítica (Supernova, 2000); con lo que volvía paradójicamente a sus principios como montador mercenario para Roger Corman.
Ahora, tanto Scorsese como Coppola se hallan embarcados en proyectos que según afirman les afectan íntimamente. Scorsese, que acaba de terminar The Departed, remake de un thriller oriental, y No Direction Home, documental sobre Bob Dylan, anunció en el marco de la quinta edición del Festival Cinematográfico de Marruecos que llevará a la pantalla una novela muy querida para él. Se trata de Silencio (Chinmoku, 1966), obra del autor japonés y católico Shusaku Endó, publicada en castellano por Edhasa.
Silencio cuenta el enfrentamiento entre un franciscano español y un jesuita portugués por imponer su dominio religioso –que camufla el económico y territorial de sus países respectivos- en el Japón feudal del siglo XVI. Las inquietudes espirituales y su conflicto con el entorno histórico y social son temas que Scorsese ya ha tratado en films como Malas Calles, La Última Tentación de Cristo o Kundun.
En cuanto a Coppola, rueda en Bucarest desde el pasado 3 de octubre Juventud sin Juventud. Otra adaptación, en este caso de una narración del pensador rumano Mircea Eliade, que el director también ha escrito y produce con un presupuesto exiguo. La historia gira en torno un profesor perseguido por los nazis en los años que precedieron a la Segunda Guerra Mundial. En el reparto figuran Tim Roth, Bruno Ganz, Marcel Iures y Alexandra Maria Lara.
Coppola es consciente de que Juventud sin Juventud supone una oportunidad de reencontrarse como autor: “He vuelto a los inicios, a las ambiciones cinematográficas que tenía como estudiante, a través de una película que será una fábula surreal y onírica” . Su estreno está previsto para finales de 2006 o principios de 2007.