Humillado y convertido injustamente en motivo de escarnio público, Chicken Little desea demostrar que merece algo de respeto, y que si el resto del mundo prefiere creer que lo que en su momento cayó en su cabeza era una bellota y no un pedazo de cielo, será sólo hasta que destaque como gran figura del béisbol.
La última historia de Disney en su cada día más cruda gesta en el terreno de la animación, supone una nueva prueba de fuego respecto a sus posibilidades de supervivencia más allá de la rota alianza con Pixar. Hasta la fecha, lo cierto es que cada una de las veces que les ha tocado caminar sin su compañía, ha dado con resultados unas veces mediocres y otras lamentables. Chicken Little, con una historia original y esperanzadora, llega unida al dato promocionable y de mera curiosidad estadística de ser su primera cinta íntegramente realizada por ordenador, amén de la vocación técnica revolucionaria y aquí difícilmente constatable por su en el estreno en formato Disney Digital 3D (algo que nos queda literalmente lejano pues no llega así a nuestras salas). En su resultado, es un producto para niños bien recibido por ellos pero que no va a suponer un cambio radical. Si el año pasado el estreno de Los Increíbles se hizo nuevamente con el íntegro público de las salas y era difícil pronosticar quienes disfrutaban más con ella, si los padres o los hijos, en esta ocasión el pequeño pollo y su tropa de amigos perdedores al rescate del mundo, sólo se harán con los adultos de refilón y por insistencia. Con demasiados personajes desprovistos del suficiente carisma –muy nítidos ellos en sus renderizados–, el guión fuerza todo lo que puede la búsqueda de la risa cómplice, pero demasiados intentos sólo darán en los más inocentes o generosos. No sacarle más partido a un orondo cerdo melómano y paranoico amante de Barbara Streisand roza la injusticia y reclama intervención del juzgado de guardia, la acumulación de animaciones encadenadas con el único objeto de marear la perdiz parece más una exhibición infográfica para exposición en concurso que el fruto de un guión de quienes quieren competir con referencias claras de su reciente taquilla (en ese sentido ayudará el tema 3D como también pretendía servir para escurrir el bulto a Polar Express).
Por lo demás, tira deliberadamente de éxito musical trillado para alegrar la fiesta y desarrollar un drama emocional cuadriculado sobre la confianza paterna de inspiración de fábula profundamente indiferente. Estos no son si no pasos necesarios en la búsqueda de un remate que no llega, y que deja a los padres más desprovistos que a los niños de cara a cumplir con sus obligaciones, por más que no sea de los casos más graves en la reciente historia de Disney. Afortunadamente siguen teniendo el valor en bolsa de sus mascotas: muy pronto le toca turno de repetir a Bamby.