Una cinta repleta de alma, de crudo realismo sin adornos incluso cuando más te atrapa, y en la que de alguna manera incomprensible se esparce con medida una bocanada de optimismo y un acre sorbo de pesimismo
El nombre de Paul Haggis se encuentra inevitablemente asociado a la oscarizada Million Dollar Baby de Clint Eastwood, de la que firmó el guión basándose en un relato de F.X. Toole. No obstante, aquel fue el primer resultado llamativo tras su deseo de cambiar la televisión por el cine, ya que en la pequeña pantalla llevaba más de veinte años escribiendo, cuando no dirigiendo y produciendo, en series como Treinta y tantos, La Ley de Los Angeles o –por citar alguna rareza– Walker Texas Ranger, de la que es incluso creador.
Es por ello que observando su amplia experiencia no resulta tan extraño que fuera capaz de servir en bandeja un texto tan excepcional y a la medida de la frialdad de Eastwood, aunque no fuera posible hasta ahora, confirmada su reincidencia con Crash, saber cuánto de mérito le correspondía a él por sobrecoger a sus espectadores.
A pesar de que ya había tenido suficiente rodaje tras la cámara con múltiples episodios de serial o incluso con la cinta Red Hot, es muy posible que Haggis se haya cobrado el favor de servirle a Clint Eastwood aquel texto, aprendiendo de él varios de sus recursos de realización, ello atendiendo a la sobriedad y elegancia de su puesta en escena. Puede también que le haya influido ver cómo aquel recogía todo el mérito de sus líneas al pasarlas por la cámara, y por ello en esta ocasión ha decidido poner las imágenes a sus palabras por sí mismo.
De la forma que sea, Crash es una de esas películas sobre las que incluso duele pensar que no todo el mundo va a apreciarla como merece. Una cinta repleta de alma, de crudo realismo sin adornos incluso cuando más te atrapa, y en la que de alguna manera incomprensible se esparce con medida una bocanada de optimismo y un acre sorbo de pesimismo. Su proyección supone atender a una privilegiada lección de amplitud de miras que debería estudiarse por todos aquellos aleccionadores del cine con intenciones, y que a su lado quedan reducidos a tendenciosos visionarios demasiado arrogantes para ser útiles, demasiado concretos en su planteamiento para aportar un verdadero mensaje.
El amalgama de historias engarzados en el argumento de Crash, es amargo y tierno por tramos. Con todas las diferencias posibles, ya supimos de las posibilidades que tiene esa mezcla para su autor a través de las miserias de la entrañable boxeadora encarnada por Hillary Swank. Aquí se lleva a cabo presentándonos a una gran variedad de personajes muy diferentes a los que vincula de forma remota y a los que moldea en función de lo que les toca vivir, enfrentados en demasiadas ocasiones por el azar, por un mal momento, o por la mutua incomprensión y desconfianza.
Muchos de ellos se encuentran más o menos cerca de un abismo de distinta altura pero igual de oscuro, y en la mayoría de las circunstancias, son estas las que determinan sus reacciones y no su naturaleza. Los contrastes de estos personajes, presididos por una credibilidad a la que apoya la sobria realización –y cuyas emociones se guían con sutileza por la banda sonora que acompaña sin buscar protagonismo– no pretenden dar una lección clara y rotunda, si no inspirar una reflexión suave y comedida. A la hora de hablar de racismo, de la bondad o la maldad de quienes cometen acciones valerosas o reprobables, humaniza a los protagonistas desvelando sus debilidades y la fragilidad de muchas de sus convicciones. Es en sus reacciones finales de asombro y en su confusión donde cabe encontrar un mensaje que aparece relativizado al romper a otro anterior que se daba por asumido.
Algunos siguen creyendo que el cine social responde a verdades absolutas pronunciadas altas y claras desde un maniqueísmo tendencioso donde todo es simple, y es simplemente equivocado. Desde ese error denunciado, su solo envasado en cine reviste de dignidad a quienes lo hacen y carga de razón a quienes lo observan, y de esa forma se mejora en algo este mundo. Crash por su parte, da una arrolladora exhibición de buen cine, de verdades en pequeñas porciones unidas con precisión y algunos tramos elegéticos. Lo que enseña es más abierto, y al mismo tiempo más auténtico. Es una candidata al Oscar que dignifica con su nominación a la propia estatuilla.