Cojamos a dos mitos del terror clásico, enfrentémoslos en banda, a golpe de efecto Matrix, con una cuidada fotografía en tonos góticos para reflejar su mundo oscuro, y hagamos que se frían a balazo limpio. Podría ser esta la declaración de intenciones en mesa redonda de productores y guionistas, la antesala de otro conglomerado de recursos al servicio de la taquilla sirviéndose de un simplista estudio de mercado.
Los primeros minutos del metraje auguran que ahí ha quedado todo. Breve introducción vía voz en off, y el ritmo prescinde de toda estructura introductoria demasiado pronto, para una tempranera ráfaga de proyectiles que pilla al respetable eligiendo butaca. Las cosas pintan mal, las frases se precipitan, todas a modo de aforismo comiquero poco elaborado pronosticando torro estresante.
Pero es curioso como Len Wiseman, nacido artísticamente del diseño de producción de célebres largometrajes tan gráficos como Independence Day, no deja perder todo con la excusa de la corrección visual, instrumento que en un principio parece acabará en desaprovechado acompañamiento. El argumento pasa de la aparente planicie, a una interesante trama no exenta de giros que no caen en la trampa y se hacen con precisión quirúrgica. Los distintos encuentros de disparos, que beben descaradamente de la obra de los Wachowski, acabarán por tener una justificación en su imaginada historia que, inspirada en cuentos tradicionales, termina por calzar en las lóbregas calles dibujadas como escenario ideal para licántropos y vampiros. Con todo, se logra recoger las características arquetípicas sin caer en todo el repertorio de tópicos de ajos y cruces, y se usa el glamour vampírico y la rudeza de los mutante lobo para un relato épico cuyo desenlace tiene lugar en un escenario relativamente anacrónico para sus raíces, pero cuya cohesión rompe con las previsiones. La utilizando correcta de los más modernos elementos del cine de acción -aunque ya no sorprendan los 'bullet-time' ni las alteraciones del 'frame rate'- incluye un cruce de guiño y plagio de uno de los momentos emblemáticos de la más famosa creación de Akira Toriyama, que los seguidores de su "Dragon ball" apreciarán rápidamente en el acto final. Este queda como guinda con que consumar una de tantas peleas del mismo corte y que escapan de la naturaleza cargante a pesar de su habitualidad.