Capaz de ser tan duro, cínico y despectivo tras la cámara, como lo eran muchos de los personajes en cuya piel se metió antes como actor -y muy particularmente, de su 'Harry el sucio'- Clint Eastwood ha recuperado el mejor nivel de sus trabajos como realizador, cuestionados en la última época con la reciente 'Deuda de sangre'. Quedando aquella como una simple historia de investigador abocado al desenlace tramposo, con 'Mystic River' gana en profundidad, empleándose con dedicación en el relato de un crimen al que rodea de matices, al que instrumentaliza para reflejar emociones y actitudes, y en el que hace confluir varias historias particulares, influenciadas todas por un concreto hecho del pasado. Como génesis que marca de una forma diferente a sus tres protagonistas, su infancia y la forma en que se rompe se convertirá después en elemento condicionante muchos años después. Con esta idea, reúne a un número inusitado de personas de carne y hueso entre fotogramas, haciendo labor de acompañamiento la resolución de un homicidio para mostrar un estudio, una visión propia, de la naturaleza humana. Inspirado por la idiosincrasia norteamericana, desgrana un detallado muestrario de caracteres en los que tan pronto se entremezcla el dolor como la venganza, la ira con la incomprensión, la violencia con el azar. Y todo bajo el prisma de un destino que conduce inexorablemente, con inhumana frialdad, ajeno a atropellos y justicia hacia un determinismo inflexible.
En ocasiones son las grandes historias las que bien llevadas logran la atención y la participación del espectador en sus acontecimientos. En otras es la forma en que estas se relatan, acompañando de más información de la que se da directamente, dejando entrever mensaje y utilizando para ello personajes capaces de hablar más allá de sus palabras -a lo que ayudan actores excepcionales-, expresando con estas su propia naturaleza. Aquí cada uno de ellos, hasta el menor secundario, revelan que es lo que esconden sus miradas, a qué sabe su pasado y en qué dirección caminan. Todos participan de la misma gracia aportada por su creador para expresarse de distintas formas, con miserias propias independientes de la elección que tomaron después para seguir con sus vidas. Todo esto le da una humanidad a Mystic River suficiente para recordar siempre su nombre.