Cuando se abre un nuevo frente, hay que sacarle jugo. Esa es la idea bajo la cual el terror oriental está ganando presencia en los últimos meses y por la que todavía le queda algo de camino por recorrer.
Fue a finales de los años 90, cuando comenzó a despuntar en Japón gracias a algunos realizadores y guionistas entre los que destacan Kurosawa Kiyoshi y Takahashi Hiroshi, éste último responsable de la versión original de The Ring, estrenada en nuestro país en su adaptación norteamericana. Ambos, a su vez, descubrieron el talento fantasmagórico de Takashi Shimizu, y convertidos en mecenas y apoyo promocional -todavía bajo la influencia de la película citada, el anuncio de La Maldición no duda en mencionarla- prosiguieron su ristra de producciones de ultratumba para seguir maltratando al público.
Por lo que a ellos pertoca, la cosa ni de lejos está cerca del final. La segunda parte de esta maldición se anuncia sin pudor al final de su proyección, su estreno está fechado para marzo del 2004, y entre tanto su realizador sigue en su tierra lejana inmerso en varias producciones al mismo tiempo.
En esta ocasión concreta, sin llegar en ningún caso a la consistencia de The Ring, si cuenta con algunas bazas para acongojar al espectador. Lo más destacable, un truculento manejo de los espacios cerrados, de la distribución de elementos en pantalla que no siempre cae en la fácil ayuda de los planos cortos, y que además del susto fácil recoge terrores psicológicos infantiles. Eso sí, no superados. Que haya alguien al levantar la manta, que nos observen mientras dormimos horrendas figuras mortecinas, o que la buhardilla se alimente de la oscuridad de nuestros peores sueños, impide a toda cosa la ingesta de palomitas en esta sesión de cine. La forma en que estos entes persiguen a sus víctimas, en una concepción de lo maldito más cercano a lo epidémico -se extienden con extrema facilidad sus objetivos- recupera movimientos de la siniestra figura que emergía a través de un oscuro pozo con una fuerza impropia para una niña enferma (volviendo a una vez más a la ineludible comparación con The Ring).
Como puntos negativos, lo ya dicho, uso de algunos recursos simples como los primeros planos unidos a sonidos punzantes, que hacen temblar las piernas más por una respuesta física que por buenas ideas. El hilo argumental, aparte de un desenlace bastante vago con toque pueril, no sigue un patrón fijo sino que es la excusa para seguir con la matanza. Algo que bordeando la saturación, difícilmente no caerá en ella en la inminente continuación de la que hay que esperar que se busque una mayor contundencia. Ante todo, se presume poco saludable.