Tras mantenerse alejado de las cámaras durante seis años -su última incursión fue "The boxer"- Jim Sheridan, reputado director irlandés que tiene en su haber films tan elogiados por crítica y público como "Mi pie izquierdo" o "En el nombre del padre", vuelve a dirigir y, esta vez, dejando a un lado el trasfondo político que siempre ha perseguido en su filmografía, para dar paso a una historia mucho más personal. De hecho hay muchas coincidencias entre la vida de Sheridan y el viaje que inicia una familia irlandesa con destino directo a la ciudad de Nueva York. En ella deberán vencer múltiples obstáculos, el más difícil de todos, superar la muerte del hijo más pequeño.
El problema de esta tipo de propuestas dramáticas radica en la artificiosidad del tratamiento cuando se quiere conseguir "la lágrima fácil". En "En América", el realizador huye de cualquier manifestación manierista y nos propone una historia sencilla, desoladora, cercana, narrada en off bajo la atenta mirada digital de la hija mayor(no se separa de su cámara de vídeo ni un solo minuto).
Desde que en 1989 comenzara su andadura como director -con su primera película ya estuvo nominado como mejor director- Sheridan ha seguido una trayectoria coherente, y con este nuevo estreno mantiene ese equilibrio tan difícil de conseguir. Así pues, se consolida como reclamo emotivo cargado de tristezas pero aderezado con guiños simpáticos que nos ayudan a soportar el dolor. Culpa de esto la tiene en parte el gran trabajo interpretativo de las hermanas Bolger, cuyas miradas infantiles suponen un verdadero hallazgo. Pero lo que llega a conquistar de verdad es el increíble esfuerzo de sus protagonistas: la abnegada madre interpretada por Samantha Morton( nominada por "Acordes y desacuerdos") en un papel que enamora, y Paddy Considine("24 hour party people") ejerciendo de sufrido padre, soberbio. Si a esto añadimos que la acción transcurre en un nueva York reflejado en cada una de sus estaciones, se convierte en un bonito relato que discurre por apacibles derroteros y concluye con la consabida lagrimilla final. Vayan a verla, merece la pena.