Puro "film noir". Este término fue acuñado por la crítica francesa ante el aluvión de películas norteamericanas estrenadas en los años cuarenta y cincuenta que mantenían la fórmula que les dió un éxito sin precedentes: suspense, presencia criminal, gángsters y chicas malas, construcción impecable de unos personajes al margen de la ley…
Ya en los primeros fotogramas de El secreto de Anthony Zimmer nos vienen a la mente directores de primer orden que han influido en la construcción de esta interesante intriga policiaca de corte clásico. Y es que resulta prácticamente imposible no rememorar los primeros minutos de Extraños en un tren de Hitchcock y de tantas otras cintas de cine negro cuando salen a reducir los tobillos (por tobillo también viene la Stanwyck en Perdición de Wilder) de una mujer misteriosa, cargada de sensualidad (Sophie Marceau) que debe coger un tren y enredar al típico hombre corriente que actúe de cebo para confundir a sus perseguidores. El sosainas de turno al que le echa ojo es François (Yvan Attal), un hombre tranquilo, con rasgos parecidos a Anthony Zimmer -inaccesible delincuente y amante de la Marceau- que sin comerlo ni beberlo se verá envuelto en una pesadilla al ser perseguido por la policia y la mafia rusa.
La intención del director novel Jerome Salle era partir de una situación clásica y con ello renovar el género negro más tradicional a base de conjugar sus elementos clave. Ese juego de apariencias resulta fundamental en el cine de los maestros del suspense como ya demostrara una vez más el citado Hitchcock en "Con la muerte en los talones. El uso de esos primeros planos de la aclamada femme fatale escondida en sus gafas de sol y en el humo de tabaco, y el tren como vehículo imprescindible donde se establece el contacto entre personajes evidencia la claridad visual con la que su director construye la intriga.
En términos básicos, la película, de ritmo ágil y planificación elaborada, cumple con su cometido, mantiene la tensión creada desde los primeros minutos en pantalla y acaba con un redoble de tambor. No obstante, se echa de menos una mayor consistencia en el causante de tanto revuelo, en pocas palabras, su propia historia. Aún así, la fórmula no ha dejado de funcionar, trampas aparte.