Recreación aseada, quizás por eso mismo prescindible, de unos hechos que necesitan una perspectiva más amplia y creativa
Hay quien asegura que para recrear en el cine acontecimientos históricos debe dejarse pasar el tiempo suficiente como para que se calmen las emociones y se abran perspectivas amplias sobre los hechos. Sin estar totalmente de acuerdo con esa afirmación sí es posible que, en el caso de los sucesos del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos, aún no se hayan terminado de aposentar las cenizas de los atentados, y que la neblina de la inmediatez no permita por ahora más aproximaciones que las tangenciales (Munich, Syriana) o las puramente testimoniales, como United 93.
En efecto, la película escrita y dirigida por Paul Greengrass (Domingo Sangriento, El Mito de Bourne) se limita a abordar el 11-S de una manera que muchos tildarán de correcta, austera y noble, pero que resulta en nuestra opinión superficial y acomodaticia. Hasta el punto de que nos atrevemos a asegurar que United 93 pasará a la historia del cine sólo por su carácter de primera cuña en un tema que estamos seguros generará con los años proyectos mucho más atractivos.
Y no es que se trate de una mala película. Quien haya tenido la desgracia de ver una reciente producción televisiva con la misma historia, Flight 93 (Peter Markle, 2006), comprobará que no es tan fácil ceñirse a una narración contada en tiempo real, en la que asistimos al 11-S desde el punto de vista de los pasajeros que esa mañana tomaron rutinariamente un vuelo de Nueva York a San Francisco, y terminaron descubriendo que el avión que les transportaba sería utilizado como misil contra la Casa Blanca, lo que supuestamente les llevó a rebelarse contra sus secuestradores. Greengrass vuelve a demostrar que posee un control admirable de la estética docudramática y del montaje crispado y paralelo, aunque esté haciendo de ello un rasgo de estilo limitador: la película no cede el protagonismo definitivo al interior del avión capturado hasta el último tercio de metraje, y previamente la acción se ha desperdigado entre diversos centros civiles y militares de control aéreo, sin que ello aporte demasiado al espectador aparte de unos diálogos vulgares, el reflejo del caos vivido el 11-S, y la transmisión de una histeria un tanto forzada.
En cualquier caso, más allá de esa mecánica de la tensión, que juega a su favor con el inolvidable impacto que provocó realmente el 11-S, es difícil implicarse con una recreación tan desprovista de individuos, reflexiones o atrevimientos formales. United 93 es una ilustración aseada, fiel, pero insustancial, a la que no faltan ni siquiera cinco o seis cartelitos finales que sitúan en su contexto lo mostrado previamente. Sin embargo, como ya hemos señalado, la película gana mucho en intensidad dramática con la rebelión a bordo organizada por los pasajeros, y sus últimos minutos estremecen; no porque desespere saber que el esfuerzo de los retenidos será en balde, sino porque durante unos momentos la emoción impulsa a creer que será posible que recuperen los mandos del avión. Ello presta a la acción de los fallecidos una extraña cualidad metafórica a pesar del trágico desenlace, y a la ficción una creatividad de la que han carecido los asépticos minutos anteriores.
Una película de visionado tan necesario como en el fondo eludible.