Una de las conferencias más informativas y apasionantes a la que el espectador tendrá nunca la ocasión de asistir
Posiblemente este documental sea uno de los artefactos propagandísticos más inteligentes que jamás se hayan montado en torno a un político. Con que una mínima porción de lo que cuenta en él Al Gore, ex-vicepresidente de los Estados Unidos y candidato a la presidencia de aquel país en el año 2000, pueda considerarse esa verdad incómoda a la que hace referencia el título del film, seremos muchos los que invoquemos su nombre en los próximos años. O antes. Basta en realidad con leer la prensa diaria: Tony Blair, primer ministro británico, insinúa que el sobrecalentamiento de la atmósfera causado por la emisión de gases de efecto invernadero, objeto principal de las inquietudes de Gore, provocará pronto una recesión económica de consecuencias más serias que la Gran Depresión o la Segunda Guerra Mundial. Un estudio de la revista Science revela que en menos de medio siglo habrán desaparecido las especies marinas de consumo humano debido a la contaminación y a la sobreexplotación de los océanos...
Por ello, que Gore ocupe parte de las conferencias sobre el cambio climático que da por todo el mundo en resaltar vivencias personales bajo un prisma muy favorecedor, o que se pueda pensar existe una postura en exceso servil por parte del director Davis Guggenheim al recrear cinematográficamente la labor del político, no son defectos graves. Pensándolo bien, son aspectos dignos de alabanza. Si Gore da cuenta frente a su auditorio del atropello que estuvo a punto de costar la vida a uno de sus hijos o del cáncer de pulmón que mató a su hermana, su propósito es siempre el de mostrar cómo las acciones individuales acarrean, antes o después, consecuencias para uno mismo y para los demás, y el de invocar coherentemente la implicación activa del espectador en la solución de los problemas medioambientales. Y que Guggenheim rinda admiración incondicional a Gore vista la elegancia, la sabiduría y la dedicación que desprende la actividad del retratado, no es más que un acto de nobleza. ¿Cuánto tiempo pierden impunemente los telediarios cada noche en dar cancha a la fauna abertzale o a los balbuceos del deportista de moda mientras se ignoran temas como los tratados por esta película, que afectan al futuro de nuestra especie?
En cualquier caso, el abajo firmante no trabaja en el equipo de relaciones públicas de Al Gore, ni ha recibido sobornos de la productora de la cinta; cree simplemente un acto de mínima decencia recomendar Una Verdad Incómoda a cualquier tipo de público: los concienciados con el problema del calentamiento global, quienes no terminan de comprenderlo o dudan de su alcance, los cínicos, y hasta aquellos cuyos sueldos dependen de negarlo. Para todos ellos hay razonamientos en un documental que a nivel formal resulta un modelo de claridad, solidez argumental, ética –de la que dan fe sus créditos finales- y, como ha señalado la crítica Asia Marinero, amenidad. Algo muy importante a la hora de transmitir un mensaje que vale la pena resumir para cerrar esta reseña: el ser humano se precipita a su extinción y a la de la Naturaleza. Quienes debiéramos hacer algo para evitarlo estamos pensando en el Estatut o en el próximo puente. Y si no cambiamos nuestras prioridades mereceremos el destino que convirtió a los dinosaurios en cromos impresos en los estratos geológicos.