Robert Redford y Brad Pitt: el galán de Hollywood de antaño, y el galán de Hollywood de ahora. Con independencia de comparar ofensivamente las cualidades como actor de uno y otro, lo cierto es que su unión viene a representar eso más que otra cosa: dos símbolos del "super-protagonista" de tiempos muy distintos, corriendose aventuritas.
Pues bien, el experto Redford encarna al experto espía que instruye gentil y generosamente a un jovenzuelo al que se encuentra en plena guerra de Vietnam. Como sí tal cosa, ambos, tras esta intensa formación relatada de forma ridícula (parece más bien que le está enseñando a 'hacer la corte') se dedican a aparecer a lo "Forrest Gump" en todo suceso histórico de la reciente historia bélica de EEUU.
Ahí, nuestro envejecido Robertito trata de curtir a un siempre-noble discípulo, que cueste lo que cueste tratará de mantener sus ideas, y la pringará tratando de rescatar a la bella mujerzuela de turno (una bienintencionada terrorista incomprendida, luchando a ciegas por vete-a-saber-qué-cosa) que es la atractiva señorita McCormack.
Para enmendar el entuerto, a lo largo de más de dos horas sin descansos a ritmo de videoclip repleto de saltos especio-temporales, el antes maestro trata de salvar el pellejo del personaje de Brad Pitt. Cosa nada fácil, por supuesto. Deberá hacerlo luchando contra las adversidades creadas por agentes de un gobierno que quiere enterrar el caso, pero que ni de lejos están a la altura del superhéroe de oficina que ha venido a convertirse Mr.Redford con el paso de los años (el Alzheimer no llega a los guapos).
Total, que con todo este fregao, atendemos durante mucho más tiempo del que querríamos (aunque no tanto como el que viven los protagonistas, sin que su rostro se altere lo más mínimo) a idas y venidas de despachos, oficinas, trapos sucios, majaderías, balazos, amores imposibles, etc. para acabar llegando a una sola conclusión:
Vale, entretiene, pero... ¿era necesario robarnos una parte tan importante de nuestra vida?