La supeditación de una nueva película a un texto literario previo, en este caso una novela de Tom Perrotta, siempre conlleva para los responsables de la adaptación una serie de elecciones que quizá no sean del todo acertadas. En Juegos secretos, por ejemplo, tenemos la casi constante sensación de que la voz en off del narrador sobra, por redundante y porque no aporta nada destacable. Además, si la novela tiene una longitud considerable existe la tendencia a parir una película con exceso de metraje que acabará por pasarle factura a los espectadores, otro punto que resta enteros a la nueva obra de Todd Field (En la habitación), de la que aquí nos ocupamos.
Juegos secretos es un drama que se desarrolla en el seno de una pequeña población estadounidense, y los secretos a los que hace referencia el título español tienen que ver principalmente con los dos pilares en los que se sustenta la cinta. Por un lado tenemos a una pareja que se arroja a los brazos del adulterio como salida a una existencia anodina, y por otro a un pobre diablo que por culpa de su enfermedad mental se ve acosado por la sociedad y por sus propios fantasmas. Hay más podredumbre si rascamos en la superficie de una sociedad aparentemente perfecta (aquí hay algo de American Beauty, de La tormenta de hielo, del cine de Lasse Hallström...), aunque la película transita entre la correcta ilustración de las desgracias personales de cada uno y un punto de ligereza amable que hace más digerible el resultado final.
Gran parte del mérito de que el film funcione hay que achacárselo a las enormes interpretaciones de los dos nominados al Oscar, Kate Winslet y Jackie Earle Haley, que bordan sus papeles. Lástima que los cónyuges que se quedan fuera de la relación de adulterio apenas ofrezcan nada (el marido de la protagonista aparece únicamente en dos escenas, y la esposa a la que da vida Jennifer Connelly adolece de matices) y se nos ofrezcan como blancos demasiado fáciles para explicar la promiscuidad de sus respectivas parejas.
A pesar de una leve sensación de estar ante un drama telefílmico, lo cierto es que Juegos secretos nos ofrece un trabajado fresco de ciertas sociedades en las que las emociones pugnan por surgir, luchando contra unas engañosas apariencias de convencionalidad, pero donde al final hay un precio a pagar. Quedémonos con el acertado análisis que se hace en un determinado pasaje sobre Madame Bovary, novela que en ocasiones discurre en paralelo al guión de la película, y donde se nos viene a explicar que la protagonista de aquel libro se negaba a aceptar una vida sumida en la infelicidad. Exactamente igual que los protagonistas de esta producción.