Una enigmática mujer (Grace Zabriskie) llega al palaciego hogar de Nikki Grace (Laura Dern). Se presenta como una nueva vecina y comienza a cuestionarla sobre lo que va mal en su vida. Un extraño diálogo que ya nos introduce y da pistas sobre algo que pasó y que va a volver a aflorar en la vida de la protagonista, Nikki, una vida aparentemente fácil y de lujo. Nikki acaba de conseguir el papel principal de la nueva película del famoso director Blue (Jeremy Irons). El primer día de rodaje no todo será como hubiera esperado…
Por muy entusiasta que uno sea del surrealismo de David Lynch, director de Inland Empire, aquí se siente absolutamente sobrepasado. El controvertido director de películas tan aclamadas como El hombre elefante, Terciopelo azul y Corazón Salvaje, se ha perdido dentro de su propia fantasía. Al menos consigue perder al espectador, que es casi lo mismo. Unos ambientes etéreos, de miradas esquivas, profundas, sabedoras de secretos que no se revelan. Una música intrigante, que no te da un respiro. Unos diálogos imposibles, que es probable encierren unos conceptos que se enlacen y lleven a algún lugar, pero que muchos de nosotros los espectadores no pillamos ni de soslayo, ni siquiera después de casi tres horas en la butaca del cine, o quizá por eso, porque tres horas de metraje es algo arriesgado, incluso pretencioso, hay que tener mucho y bueno que contar, y en Inland Empire, Lynch lo ha escondido pero que muy bien. Yo, por lo menos, no lo he encontrado.
La película gira alrededor del doble personaje al que da vida Laura Dern (tiene uno en la película y otro en la película que se cuenta dentro de la película). Está brillante en ambos. Aunque no sepamos muy bien con cuál de ellos andamos en cada momento. Durante muchos, muchos minutos te preguntas qué pautas le ha dado Lynch a Dern sobre sus personajes para bordar una interpretación tan cargada de sentimiento y emoción, pautas que tú no consigues entender. Quieres seguirla, pero ni de lejos. A sus personajes les suceden cosas, probablemente muchísimas, pero apenas eres capaz de hilar dos o tres conclusiones muy obvias: es infeliz con su relación de pareja, y alguna otra más que no desvelamos aquí para no quitarle misterio al misterio.
Como en otros filmes de Lynch, el humor más extravagante está presente: hay un baile de la canción Locomotion, de Kylie Minogue, que no sabes por qué está ahí, pero que hace que pases uno de tus mejores ratos frente a la gran pantalla que te ofrece Inland Empire. Todo sea por esa coreografía. Pero, para la próxima, que Lynch madure un poco la idea antes de rodarla, por favor, o si no que la acorte, es por caridad humana. Creí haber caído en un agujero negro.