Menores de 18 años, abstenerse si quiera de seguir leyendo. Sería un riesgo innecesario prolongar esta lectura, acabar participando de los inagotables halagos que un producto tan certero y perfecto merece recibir, y que por motivos demasiado obvios han de ser puestos al margen a las edades supuestamente maleables, y que disfrutarían en exceso con una delincuencia virtual extrema.
Quizá alguno de los numerosos irreprimibles psicólogos, haciendo gala de su variedad de opinión, podría encontrar efectos beneficiosos en el tremendo desahogo de violencia con daños meramente poligonales. Pero a la espera de que entre las varias opiniones de este cuerpo médico-mental, alguna se cuele por un debate de trasnochados contertulianos, lo cierto es que GTA sigue siendo un producto para adultos... con el cual disfrutar hasta la extenuación.
El juego
Realidad, realidad, realidad... dichosa la forma de encerrarla en la pantalla, hacerla objeto de entretenimiento, y alimentar con ella horas de ocio. Un mundo en nuestras manos, un lugar donde vivir sugerentes aventuras en primera persona.
Algo así sentíamos desde un principio cuando tras una fuga obligada, GTA3 nos situaba en una ciudad repleta de posibilidades en la que ir creciendo en caché delictivo, mientras lo hacía nuestra incredulidad ante todo lo que ibamos observando.
Difícil de creer resultaba tanta transgresión en el curso de las misiones. Especialmente difícil, la forma en que técnica y argumentalmente se iba desarrollando. Hasta la última de las partidas, en el curso de cualquiera de las misiones que, repentinamente enloquecían por algo que se salía de lo planeado, latía esa admiración inédita a algo que se antojaba demasiado perfecto.
Es posible que, de cara a ofrecer tanto derroche de innovación, lo ideal habría sido tutelar lo políticamente correcto, y encomendarnos una función más similar a la de aquel Driver precursor, donde no dejabamos de ser un representante -camuflado- de la ley. Pero visto lo visto, es evidente que el abanico de posibilidades y diversión es desproporcionadamente mayor estando en "el otro bando" y por ello... ¡bienvenida la locura! Porque, al fin y al cabo ¿no es sólo un juego?
Un juego... ¿perfecto?
Ya era difícil sacarle defectos a la versión anterior, en parte por su gran calidad, en parte por lo incoherente de ponerse a buscar peros a una producción tan redonda que sonaba casi desleal a tantas horas de grata diversión. Pues ahora que llegamos a Vice City, esta medida recreación de la Miami de los años 80 (sí, Corrupción en Miami vista desde los enemigos de Don Johnson) aún algo más talluditos previo paso por prisión, todo se antoja como parte de un objeto de culto.
Empecemos. Primera misión tras la salida de la carcel. Ahí, somos meros observadores. Algo sale mal -algo que descubriremos en el curso de nuestra historia- y quienes nos habían enviado a Miami para mantenernos alejados de nuestra anterior "zona de trabajo", y con la finalidad de extender sus dominios a nuevas áreas del país, no están pero que nada contentos. Ahí empieza todo. Recuperar el dinero, averiguando qué pasó, y mientras nos hacemos amigos de capos de vida laxa que nos agradecerán nuestras funciones con dólares en cantidad. Hasta aquí, un mero traslado de actuaciones a una zona más bonita... lo cual no es poco. La playa, su recreación con tonos rosa para dar el aspecto que todos concebimos, con una medida reconstrucción de los más variados aspectos, desde el repertorio de vehículos puramente ochentero, a la aumentada banda sonora (con varios CDs ya en las tiendas) que con un catálogo de canciones de lujo nos harán vivir justamente en la época en que "trabajamos".
Además de aumentar el número de armas, posibilidades de locomoción (lo de ir en moto, pese a más peligroso por las caídas, seduce cuando vas en Harley) y nuevas vías de negocios inmobiliarios con la adquisición de propiedades, todo se ha ido desarrollando de una forma perfectamente funcional: las misiones son así más ricas, más variadas, más emocionantes desde un principio. Y la policía, más eficaz -y salvaje- que nunca, contribuirá también a dar más emoción a lo que se antojaba insuperable.
Manteniéndose las opciones de misiones secundarias, llamadas a cabinas, etc. ahora un teléfono móvil nos mantendrá siempre en contacto con nuestros "jefes". Desde un principio volveremos a pulular entre los dominios de uno y otro, para conseguir avanzar poco a poco, encontrando la forma de crecer... y llegar a ser los más grandes.
Mientras la adicción a GTA, no baja en ningún momento.