Mientras siga primando sobre otras consideraciones el cine, no podemos sino concluir que 'Reflejos' es mediocre
Ben Carson (Kiefer Sutherland) cursa baja temporal en la policía tras un acontecimiento traumático que le ha hundido psicológicamente y ha dado al traste con su matrimonio. Intentando enderezar las cosas, acepta un empleo como vigilante nocturno en el edificio Mayflower, devastado por un incendio que acabó cinco años atrás con unos grandes almacenes allí ubicados y con docenas de personas. Pronto, Ben empieza a contemplar en los grandes espejos que decoran el inmueble unas estremecedoras visiones que amenazan su estabilidad mental y, una vez se ha demostrado no eran imaginaciones suyas, su vida y las de sus seres queridos.
No hemos visto la cinta surcoreana en que se inspira el nuevo largometraje de Alexandre Aja, niño prodigio del cine de horror incluido en ese llamado Splat Pack —que también conforman Eli Roth, James Wan o Rob Zombie— aparentemente destinado a cambiar la fisonomía del género. Pero si hacemos caso a los colegas que estiman mucho mejor esta nueva versión que la asiática, sólo podemos exclamar, “¡Pues cómo sería aquella!” Porque Reflejos es un producto decepcionante se mire por donde se mire.
Su condición de remake no es el problema: Aja había demostrado con Alta Tensión (2003) y Las Colinas Tienen Ojos (2006) una capacidad para el reciclaje creativo —constante del cine actual que ya no tiene nada de censurable— en el que se daban la mano “vigor y contundencia” (Tonio L. Alarcón). Sin embargo, ambas cualidades brillan por su ausencia en esta ocasión, lo que deja en evidencia el curso derivativo, arbitrario y convencional de un cuento para colmo mucho menos terrorífico de lo que anunciaba su premisa, y en el que ni siquiera es apreciable el dominio de tiempos y espacios de que hacía gala Aja en sus films previos. Lo único reseñable a nivel de puesta en escena se relaciona, lógicamente, con los reflejos en los espejos.
Por lo demás, entre golpes de efecto impropios y escenas de reagrupación familiar muy poco atractivas, Reflejos se precipita contra un desenlace fallero digno de un subproducto direct to DVD en el que no falta una sorpresa última de impacto discutible. Sorpresa que, por otro lado, termina de perfilar una alegoría presente, bien que de manera soterrada, en todo el film, y que atañe a la esquizofrenia del ser norteamericanos, al 11-S y sus demonios, y a las maneras correctas e incorrectas de sobrellevar la presión de los fantasmas íntimos y colectivos.
Todo muy interesante, desde luego; pero, puesto que emplea como soporte una historia de terror, hubiera convenido que esta se hubiese trabajado mejor. Porque una cosa es que el buen cine de este género siempre brinde lecturas externas a su idiosincrasia, y otra que esas lecturas —evidentes o elípticas, tanto da— acaben por justificar o soslayar debilidades esenciales de la narración. Para servidor sigue contando, sobre cualquier otra consideración, el cine. Y por eso no puede sino calificar Reflejos de mediocre.