Quizá se haya sentido alguna vez perdido, cansado y desmotivado ante la recurrencia insustancial de sus días. La sensación de estar encerrado en una vida mejorable, en un espacio y en un lugar indeseados, es una incómoda compañía que aparece en la mayoría de los seres pensantes en algún momento de su existencia.
Puede ser algo pasajero, el fruto de un mal momento sentimental, laboral, o un mero desajuste orgánico que demande la química del prozac. Pero la rutina del día a día esconde también, para los optimistas, un nido de buenas posibilidades, y se ofrece como un marco para tratar de llevar una vida que no se arregla por si sola sino que demanda esfuerzos providencialmente remunerados.
Uno de los mitos de los ochenta para los fans del cine fantástico, relataba las peripecias de un heterogéneo grupito de neoyorquinos al rescate de su ciudad, invadida por fuerzas fantasmagóricas. Bill Murray, Harold Ramis y Dan Aykroyd configuraban el triplete inicial que devolvería el equilibrio natural entre vivos y muertos. El segundo de estos tres mosqueteros del sable eléctrico, el cazafantasmas intelectual , no iba a quedarse como mero actor -de hecho ahí ya ejercía de coguionista- sino que tenía otras aspiraciones detrás de la cámara. Así daría forma a alguna intrascendente película de humor (del tipo "Las aventuras de una chiflada americana"), para poco después rodar una de las cintas más alabadas de principios de los 90.
A su vez, el primero de ellos, el recientemente laureado protagonista de Lost in Translation, iba a aportar su porte sarcástica, despectiva pero de fondo humano, para protagonizarla en uno de sus tantos aciertos de casting.
El día de la marmota
El 2 de febrero, 40 días después de la navidad, se celebra una popular tradición estadounidense asociada a otra cristiana como es el día de la Candelaria. Importada por los alemanes que poblaron Pennsylvania y que habían venido utilizando esta particular técnica con los tejones, se basa en la pretensión de interpretar señales de la naturaleza para pronosticar los cambios estacionales. La Marmota se convierte pues en el centro de una ceremonia en que según si el animal ve su propia sombra o no, el invierno dura 6 semanas más o se da por iniciada la primavera. Aunque en 60 años, según los estadistas de National Geographic, el porcentaje de aciertos haya quedado en un exiguo y cuestionable 28%.
Por algún motivo Danny Rubin, autor del guión original, concibió esta pintoresca parafernalia folklorica como eje de la tortura de crimen y castigo con la que iba a atrapar en el tiempo a su sufrido protagonista. Casualmente, este se llamaba Phil, condición que le convertía en tocayo de la mascota, y con otro evidente paralelismo, se ganaba la vida de igual forma como meteorólogo de éxito reconocido, viviendo el suplicio de cubrir muy a su pesar el evento pueblerino.
Sin explicación alguna sobre los motivos divinos de la pena impuesta, Bill Murray acaba primero atónito, y después desvalido al despertarse una y otra vez en el mismo día, sometido a una permanente reiteración enloquecedora en la que sitiado el pueblo por una nevada, queda encerrado en él de forma infranqueable, y aislado de una población de figurantes ajenos al bucle temporal en el que se encuentran, limitados a ser parte del decorado en el gélido Punxsutawney.