Provoca inquietud y malestar a partes iguales.
Considerado como uno de los grandes artífices de la “spanish comedy”, con permiso de Fernando Colomo o Fernando Trueba, de trazo sofisticado y solvencia a la hora de dirigir a los mejores intérpretes que ha dado este país, Gómez Pereira aparca su intención de reventar taquillas -siempre teniendo en cuenta que un taquillazo español equivale a medio gatillazo norteamericano- como ya hiciera con comedias tan exitosas como Boca a Boca, Todos los hombres sois iguales o El amor prejudica seriamente la salud optando esta vez, tras cuatro años alejado de la gran pantalla, por una producción algo más ajustada en el presupuesto, sin grandes alardes de producción pero, eso sí, manteniendo las interpretaciones como peso fundamental.
Basada en la novela de Inma Turbau y acompañado en el guión del escritor y director Salvador Garcia Ruiz (Mensaka, El otro barrio), Manuel Gomez Pereira regresa aquí al thriller que ya cultivó en la elaborada Entre las piernas con una trama ambientada en la Gerona de los años 80 en la que un acontecimiento inesperado trastoca las apacibles y corrientes vidas de dos adolescentes.
El cinesta se ha servido de un elenco desconocido para desarrollar un argumento en el que los secretos actúan de elemento desencadenante de una serie de sucesos difícilmente controlables por la pareja protagonista, los púberes Clara lago -descubierta por Imanol uribe en El viaje de Carol- y Alvaro Cervantes- nominado al Goya al mejor actor revelación- principal reclamo para la audiencia más afectada por los picores juveniles. Los anteriormente citados dan vida a Sara y David, amigos inseparables desde la infancia cuya amistad cambiará poco a poco hasta convertirse en una relación más estrecha. A partir de ese momento, el thriller tomará las riendas de la narración proporcionando a esta relación idílica un chute de irrealidad malsana dificilmete digerible por ellos mismos.
A medio camino entre el relato costumbrista donde se relata la vida familiar de la pareja, los amigos, el colegio, y el cine negro europeo del que Gomez Pereira a reconocido beber de sus fuentes, El juego del ahorcado nos acerca al universo adolescente en el que un minuto puede dar al traste y cambiarte la vida de un plumazo. Por ese motivo, la amistad, el amor o el sexo, como se quiera llamar, se transforma en crueldad, desencanto y opresión, todo ello formulado en una atmósfera de permanente tensión.
Acostumbrado a dar a la audiencia una visión optimista en sus comedías de nivel, aquí Pereira cambia las tornas en un juego del ahorcado que saca partido de un género que, por precedentes, más de uno se ha empeñado en decir que nos queda grande. En este caso, el resultado no puede equipararse a obras donde las claves del género surgían de una mano maestra, pero logra llegar a buen puerto gracias al buen oficio de su pareja protagonista, sobre todo a la impecable labor de Clara Lago, que destaca en una cinta que, con un acertado manejo de la cámara, provoca inquietud y malestar a partes iguales, lo que no es poco.