Pocos títulos llaman tanto la atención como podría hacerlo el de esta película, que expresa el hilo motor de la historia con impactante sinceridad. “Wilburn se quiere suicidar” es una cinta atípica, que incomoda y extraña con tan solo oír su título. ¿Por qué se quiere suicidar el protagonista? ¿Por qué no lo ha hecho ya? Estas dudas nos serán resueltas a lo largo de los 105 minutos de metraje, que la directora, Lone Scherfig, aprovecha también para presentarnos una galería de personajes que, al igual que Wilburn, navegan en un mar de miedos e incertidumbre. Con una premisa tan deprimente cabría esperar que el resultado fuera un drama lacrimógeno, pero la directora ofrece una visión optimista que inunda de luz cada plano de la película, convirtiendo en su mezcla a la historia en una comedia negra.
No es la primera vez que Lone Scherfig refleja la muerte con desenfado y optimismo. Ya lo hizo en “Italiano para principiantes”, la que fue su obra de presentación a nivel internacional. Al igual que en aquella, ahora se complementa la dureza argumental con la dulzura y comicidad que surge de los personajes, dando un resultado más que interesante. Responsables de la efectividad de esta ecuación son en gran medida los actores de la película, en especial Jamie Silves, que interpreta al suicida Wilburn con una naturalidad y soltura que le han hecho ganar premios en los festivales europeos de mayor renombre. Como contrapunto a su personaje estará su hermano, Harbour (Adrian Rawlins) tan obsesionado con los problemas de su familia, que los utiliza como excusa para no enfrentarse a los propios. Pero sin duda la protagonista de la película es la muerte, ese gran tabú que aquí se afronta con naturalidad. Tarea difícil que se consigue insuflando esperanza a un tema trágico.