Confieso haber sido uno de los que salieron de Kill Bill vol.1 indignados y aburridos. Aparte de bofetadas y juegos visuales, ¿qué diablos había en esa película? Nada, pensé. Quentin Tarantino había hecho lo que le había dado la gana, acaso porque no se la había ocurrido nada mejor que hacer. Sólo su nombre le había permitido sacar adelante un proyecto tan disparatado.
Error. Quentin Tarantino hizo en Kill Bill vol. 1 exactamente lo que le dio la gana, sí, pero no porque no se le ocurriera otra cosa que un experimento visual. Simplemente, dejó deliberadamente el drama para la segunda parte.
Kill Bill 2 hace que el espectador se lleve las manos a la cabeza, a la barriga, y a más de una muchacha, al corazón. Los personajes, que no pasaban de las dos dimensiones de un cómic en el primer volumen, se vuelven tridimensionales, dramáticos. La mayoría de las extravagancias o esteticismos de Kill Bill 1 demuestran aquí su humanidad. La violencia gratuita se convierte en un grandioso ajuste de cuentas.
En el film, el siempre añoso y pajizo David Carradine se transmuta en Bill, puro carisma y elegancia, dejándonos dispuestos a creer que Uma Thurman pierde la cabeza por él. A pesar de lo absurdo que parece, su relación, por encima de las pulsiones homicidas, es la de dos personas que se quieren y necesitan. Después de esta película, uno sólo puede pensar que Tarantino es capaz de coger cualquier despropósito y removerte las entrañas con él.
El espectador encontrará una décima parte de la sangre y escenas de acción que inundan el primer volumen. Todas ellas tienen una resolución impactante, tanto por su originalidad como por su significado. Tarantino añade aquí cuatro nuevas formas de matar a su repertorio, dos muy crueles, otra diabólica, y otra finalmente romántica. Del zafarrancho de muertes de la primera parte a la economía de cadáveres de la segunda, dista un abismo emocional. Mientras que en la primera Uma Thurma se marca un excéntrico monólogo de patadas, sablazos y asesinatos que a nadie le importa, en la segunda la protagonista flaquea, nos preocupamos por su suerte y por la de sus víctimas.
La película es a la vez un homenaje al cine de kung-fu y al spaghetti western, dos grandes influencias de Tarantino, aunque el director va mucho más allá de la imitación y marca un hito fusionando ambos géneros. Atención al maestro Pei Mei, interpretado por la estrella de las artes marciales Gordon Lui, con una sombra comparable a la de los maestros Miyagi y Yoda.
Tarantino asegura que Kill Bill vol. 1 y vol. 2 se rodaron como una sola película y que se ha distribuida en dos entregas por su duración. Cosas de los genios. Sólo ellos pueden hacer lo que les de la gana y al final salirse con la suya. Con motivo del estreno algunas salas proyectan las dos películas seguidas y el aforo se llena. Sin duda, el espectáculo de la segunda parte da carta blanca para una revisión de la primera.