Presentar a estas alturas de la vida a Tetris supondría un insulto a la inteligencia del lector y ganas de perder tiempo.
No obstante, si por casualidades de la vida nos lee alguien que haya pasado los últimos 20 años alejado de la civilización o demonizando el videojuego hasta el punto de no querer saber en qué consistía uno de los programas más adictivos de la historia, alguien que ahora, tras visitar nuestras páginas de cine, música o cómic siente una súbita curiosidad, ahí va la idea: piezas caen desde un lugar indeterminado, con distintas formas que permiten su acomplamiento, si se forma una línea esta desaparece. Y ya está.
Vale, cada vez caen más rápido, con el tiempo se desarrolla una técnica para formar esas líneas, y con el paso de las horas no es fácil dejar de hacerlo. Y si lo dejamos, al cerrar los ojos para intentar conciliar el sueño, ahí están, las piezas, cayendo unas tras otras. Para siempre.
Tras darle motivos de nuevo al detractor para seguir con lo suyo, llega la hora de volver a afrontar un Tetris. La pregunta es ¿por qué? ¿por qué otra vez?
Pues algo ha pasado: ha llegado Nintendo DS, y eso supone nuevas posibilidades. Y la afirmación de Nintendo de que estamos ante el mejor Tetris de la historia, ha sabido captar nuestra atención. Cuando Nintendo habla, suele decir cosas diferentes, a veces suenan a marcianadas y a veces lo son, pero también es cierto que en el mundo de los videojuegos tradicionalmente las marcianadas han sentado bien.
Desde que la portátil ha pasado a tener dos pantallas y a dejarnos manejar un palito, ha pasado mucho. Eso, en los despachos de Nintendo, que son más coloristas que el resto de despachos, ha llevado a pensar en muchas ideas con que sacarles partido. Pero también son despachos en donde hay balances que cuadrar, así que alguien dijo “es el turno de Tetris”, y alguien se puso a pensar en cómo vendernos la moto otra vez.