El habitual discurso sobre la relación trailer-película podría servir aquí una vez más como preambulo introductorio. De hecho, si se da usted cuenta, ya lo está sirviendo, por lo que para qué resistirse. Vemos a lo largo de menos de un minuto de previo, a un Steve Martin de pelo cano (valga la redundancia) que por una ciberconfusión (que viva la modernidad) acaba con una gorda de aparente rudeza simpática protagonizando gags de supuesto corte cómico. Se intuye por un lado el humor de contraste cultural, descubrimiento, digamoslo así, "relativo". Por otro, que si vemos al vástago del protagonista nombrar culos y tetas hojeando una revista cochinilla, y que si la voluminosa mujer en una escena se despierta dando josconcios al entrañable Señor Martín, el tipo de humor no va a ser precisamente inteligente. Por lo que poca sorpresa cabe cuando el minuto se multiplica un centenar de veces, se intenta "montar la gorda" a base de simplezas, y todas aquellas irrelevancias se resuelven con la habitual pericia de guionista funcionario que tanto podría estar en correos poniendo sellos, como ejerciendo de pluma de productor descafeinado.
Pero visto el panorama estival en cartelera, que pocas excepciones buscan algo más que la excusa del aire acondicionado para atraer clientela, lo cierto es que esta mediocre e insulsa comedia tiene dos o tres secuencias que garantizan la diversión, y el resto del metraje no cae -salvo en algún momento concreto- en un nivel de necedad excesivo. Conforma así otra muestra de simpatía perecedera de final recontrafeliz en que S.Martin extiende su curriculum de comedias hechas a su medida, participando muchas de rasgos comunes, la mayoría de ellas con idéntica naturaleza efímera.