Quien a estas alturas no conozca la saga GTA, se ha equivocado de sección. Para el profano despistado, que sepa que todas esas veces que viendo las noticias se ha escandalizado con las muestras más gratuitas de violencia diabólica en el videojuego, uno de los recurrentemente mostrados es GTA. Y también que es una de las mayores revoluciones del sector, que asombró tanto desde GTA III, que todavía hoy vive de sus cualidades.
Esta entrega para PSP es la segunda y reproduce el camino tomado inicialmente en Playstation 2, es decir, nuevamente pasamos de la gran ciudad a la costa y ponemos un traje distinto a la delincuencia. En verdad con las entregas de PSP hablamos simplemente de extensiones, de nuevas misiones desarrolladas de una forma más breve para adaptarse mejor al formato con una buena adaptación de sus características técnicas al soporte, con un guión de misiones más apropiado (aunque el primer GTA para PSP haya saltado a al engine de Ps2) de tal forma que se le pueda seguir sacándole partido. Y en cuanto al motor de esta versión se ha apurado con más acierto y aunque es posible todavía notar alguna puntual ralentización o generaciones bruscas de polígonos (peligrosas cuando se circula a gran velocidad y te topas contra otro vehículo repentinamente), son casos puntuales que no distraen de la brillante introducción de la ciudad –una ciudad casi el doble de grande que en la entrega anterior– en la pequeña TFT.
En esencia, esto es puro GTA, y puro Vice City. Lo que conocíamos, pero con una nueva historia que empieza verdaderamente fuerte y demuestra que las polémicas creadas en los últimos años con Rockstar y los gastos en procesos legales no les amedrentan lo más mínimo. Empezamos asistiendo a cómo nuestro protagonista Vic Vance asiste voluntarioso a su alistamiento en el ejército… para que su superior le mande a la primera de cambio a por drogas, meretrices y demás trapicheos. En adelante, todo aquello que las endiabladas mentes de sus guionistas han sido capaces de cocinar para rebozarnos en la delincuencia (una de las primeras misiones viene bajo el clarificador título “degradación moral”), cuando no sea nuestro propio instinto perverso el que quiera desmadrarse a su libre albedrío, seguirá ahondando en las posibilidades de la marca para escandalizar. Recordatorio: esto es para mayores de 18 años.
Conquistas como que nuestro protagonista vuelva a nadar, la opción de manejar un helicóptero etcétera no son nada ante la estupefacción de una historia que vuelve a llevarnos a hacer, quizá lo mismo de siempre, pero de una forma igualmente divertida, con un argumento más censurable incluso. Al mérito del endiablado guión hay que apuntar un tanto extra al someter reiteradamente a nuestro protagonista: un chico que va de buen samaritano y que no hace si no caer una vez tras otra en las garras del mal. Su claridad al identificar lo correcto y lo incorrecto no hace si no más curioso observar con qué naturalidad se entrega al cumplimiento de las misiones.
Podríamos concluir hablando de otros alicientes de GTA, como la incorporación de pequeños juegos para el modo multijugador o detalles concretos y puntuales que lo diferencian de otras entregas. La pura verdad es que GTA sigue siendo perniciosamente adictivo, que su potencial para atraer a cualquier usuario sigue siendo el de un título privilegiado y que sus novedades argumentales cuando se tiene un mundo encerrado en una pequeña consola son una excusa más que sobrada para volver a caer en él. Usuarios de PSP, es hora de volver a la ciudad del vicio. Después ya habrá tiempo de confesarse.