Que un asesino a sueldo deba aniquilar varios objetivos en una misma noche, y que para ello se valga de la colaboración involuntaria de un taxista con el que se acaba formando una extraña relación, es una idea de la que podían haberse sacado muy distintos resultados según quién hubiera dirigido la cinta. Difícilmente se habría obtenido otro mejor que el que Michael Mann ha conseguido con Collateral, que tiene el claro mérito de hacer del espectador el tercer ocupante del taxi. Con el coche cargado, se iniciará una noche turística por Los Angeles saboreando el buen gusto de un director que saca el máximo partido a una ciudad que conoce a le perfección, y en donde se nos hará testigos privilegiados del tenso encuentro entre dos personajes que no pueden ser más dispares.
De Tom Cruise se pueden decir muchas cosas, alguna particularmente cuestionable como su nueva vena profética en la secta de la cienciología. Pero a la hora de la verdad, a pesar de que su etiquetado de chico bonito de Hollywood le tiene marcado, por tónica general da credibilidad y personalidad (de hecho Michael Mann va a repetir en breve dirección con él en The Few, un drama ubicado en la 2ª guerra mundial). A pesar de desempeñar una atípica función de villano, en ningún caso su personaje Vincent se aleja del contacto y simpatía del espectador; lejos de eso, podría llegar a generar vocaciones de mercenario entre el público. Su frialdad se canaliza por la profesionalidad, no hay maldad ni inmoralidad, sólo amoralidad y un conjunto de razonamientos para seguir con su trabajo del mismo tipo que el que se dan muchos otros para defender su forma de ganarse la vida.
Jamie Foxx (por medio de su personaje Max) representa todo lo contrario, pero incluso así Vincent siente un afecto lejano por él y le respeta en la distancia. Un síntoma más de que su inhumanidad se encuentra sencillamente moldeada a partir de su vida laboral: en el resto, hasta podría haber carne y hueso. Por más que sea difícil su equilibrio -lo creíble de su encuentro- se aguanta y deja el espacio suficiente a su recíproca influencia. A lo que les va a tocar sufrir juntos.
Mientras, una noche tranquila ajena a la matanza se sucede entre cortes musicales escogidos con la misma clase de la que participa toda la cinta. Si la factura técnica evidencia una gran capacidad para sacar el máximo de Los Angeles -la hace pasar a la gran pantalla a través de formato digital de alta definición- James Newton Howard como compositor, sigue en la línea de otros trabajos de renombre entre los cuales se encuentran la mayoría de la filmografía de M.Night Shaymalan, quién nunca prescinde de él y cuya sintonía tuvo reflejo recientemente en El Bosque.
Cuando el viaje esté llegando a su destino, la acción haya sido algo dado por las conversaciones y anormales situaciones que viven sus protagonistas y no por otros excesos, y haya que dar desenlace, aparecerá el thriller y llegará el fin de un largo día que, de alguna forma, tendremos la sensación de haberlo vivido en primera persona. A pesar de sus casi dos horas de duración, alguno deseará volver a subirse en el taxi de Max.