Los chicos del Coro es el éxito del año en Francia y un serio competidor de Amenabar en la carrera al Oscar a mejor película extranjera. Cristophe Barratier, guitarrista de formación (École Normal de Musique de París), y en el mundo del cine productor desde los noventa, ha encontrado su inspiración en la música y como él mismo reconoce en La cage aux rossignols de Jean Dreville, una producción francesa del año 45.
Siendo esta la primera película de Barratier, uno tiene verdadera curiosidad de comprobar en qué medida Los niños del Coro es acreedora de la cinta de Dreville. Sea como fuere, el largo de Barratier es una conmovedora historia sobre cómo un músico frustrado, Clément Mathieu, con máximo porvenir ser vigilante de correccional, encuentra su lugar en el mundo como educador. Lo que le interesa al realizador de su personaje es su firme creencia de que puede mejorar el mundo, por muy don nadie que sea a los ojos de todos, alcanzando su lección de música la dimensión de una auténtica lección de vida.
Gérard Jugnot, veterano del cine francés, que ha pasado por todos los puestos desde actor hasta productor (también coproductor de esta película), interpreta maravillosamente a este hombre entrañable y disciplinado, fracasado social pero íntimamente vencedor, capaz de formar hombres en un olvidado correccional. Es cierto que Clément Mathieu amansa a las fieras demasiado rápidamente, y que su historia no está exenta de tópicos, pero casi en ningún momento su figura derrapa en la cursilería. El antagonista de Mathieu, el director del correccional, interpretado por François Berléand, es su antitesis como profesor. Un hombre dentro del sistema, ambicioso, pero que no ama ni su profesión ni los niños que le rodean. El gran hallazgo de este film es el retrato del profesor vocacional que realiza, contraponiéndolo a los que disfrutando de la posición no la sienten.
La banda sonora, de la que el propio director es autor de dos composiciones, ha sido otro bombazo en el país vecino. En realidad los coristas de la película cantan todos en playback menos uno, el joven Jean-Baptiste Maunier, solista de los Petits Chanteurs de Saint Marc en Lyón. El realizador Cristophe Barratier, también un poco músico frustrado pero en su caso metido a cineasta, ha hecho de él una auténtica estrella de la canción y el cine galos.