Que el cine de terror asiático pega fuerte no es ninguna novedad. Que el cine norteamericano, siempre atento a repetir formulas que proporcionen un éxito seguro, produzca remakes de dichas películas tampoco. Lo que si es novedoso es que los responsables de dichos éxitos sean precisamente los encargados e manufacturar la versión Hollywoodiense de sus anteriores trabajos, en una operación de reciclaje que demuestra que tienen muy poco miedo a repetirse, siendo el colmo de dicha práctica el caso de Takashi Shimizu y sus cinco (sí ¡cinco!) versiones de “La maldición”. Ahora, y tras el éxito del remake norteamericano dirigido por Gore Verbinsky, es Hideo Nakata el encargado de retomar en su formato yanqui la historia sobre una cinta de video maldita que le lanzó a la fama y que en buena parte fue la responsable del citado boom del terror asiático.
El argumento de esta secuela retoma a Rachel Keller (Naomi Watts, actualmente en brazos del King Kong a las ordenes de Peter Jackson) y su hijo Aidan (David Dorfman) comenzando una nueva vida en un pueblecito alejado del recuerdo de los trágicos sucesos de la primera entrega. Sin embargo nuevas copias de la cinta maldita que contiene el espíritu de Samara harán su aparición y provocarán que esta decida llevar a cabo su venganza sobre Rachel implicando al pequeño Aidan. Un nuevo ejemplo de secuela canónica que se limita a repetir la formula del original añadiendo otra perspectiva y explorando los cabos sueltos de la primera entrega. Sirve a Nakata como excusa para estirar sus músculos de realizador dando lo mejor de si en las escenas de suspense donde demuestra, al igual que M. Night Shyamalan, que para meter el miedo en el cuerpo y acelerar el pulso al espectador no hacen falta sangre, vísceras o histrionismos varios, sino solo una puesta en escena sencilla y bien planificada que sirve para guiar al espectador por donde el quiere, y hacer que dé un bote en su butaca en el momento en que menos se lo espera. Porque en verdad si lo que el espectador busca es llevarse un sobresalto el film le proporcionará unos cuantos como sucede en la escena del reencuentro entre Rachel y Samara o en la magnifica secuencia que envuelve a los dos protagonistas y una manada de ciervos que actúan de forma inesperada.
Son secuencias como está última las que demuestran una de las virtudes de Nakata a la hora de abordar el género, como es la de plantear el terror de la forma mas verosímil y cercana al mas común de los espectadores. Vampiros, alienígenas y demás tópicos son desterrados aquí a favor de las cadenas de mensajes, las muertes misteriosas y otras rumologias provenientes de la rica tradición de las leyendas urbanas que nadie conoce pero de las que todos han oído hablar, si bien una lectura mas general también enclava al film como una lectura un tanto retorcida sobre el tema de la maternidad en la línea de títulos como “La Semilla del Diablo” y sobre el que el propio director ya trabajo en “Dark Water”, film al que este “The Ring 2” hace referencia en varias escenas y cuyo remake norteamericano (¡como no!) ya espera fecha de estreno. Es además gracias a dicha temática que The Ring 2 se permite el lujo de contar con la participación en un pequeño papel de la siempre espléndida Sissy Spaceck interpretando a la enloquecida madre de Samara que intentó asesinar a su hija aterrorizada por los poderes de esta, en lo que podría considerarse un guiño cómplice a la propia actriz y al film que la lanzó a la fama (“Carrie”).
En resumen, esta secuela se presenta como un competente trabajo que consigue su objetivo de hacer que el espectador disfrute a través del contradictorio proceso de pasarlo muy mal pero que no sentará ningún punto y aparte en el género de terror cinematográfico. De eso ya se encargó el propio Nakata varios años antes.