Espiral de parodias bien llevada y mejor interpretada que parece querer ser un homenaje cínico a las aventuras infantiles de antaño
Con Attack the block estamos ante una de esas pequeñas películas que salen de tanto en cuanto y que logran el convencimiento de crítica y público a través de un escaso presupuesto, una duración ajustada y un arrojo de poderosa inventiva. Ganadora en el pasado Festival de Sitges del Gran Premio del Público, el Premio Especial del Jurado, el Premio de la Crítica y el Premio a la Mejor Banda Sonora, la película plantea el enfrentamiento entre un puñado de mocosos pandilleros y una horda de alienígenas que caen en un bloque de edificios de escasos recursos.
Joe Cornish, guionista entre otros de la ya celebrada adaptación de Las aventuras de Tintín, redacta el guión y de paso se estrena como realizador con este ejercicio hiperbólico de acción y aventuras de peso liviano. El mayor hallazgo es la conversión del antedicho bloque de edificios en un campo de batalla plagado de diálogos frescos, alienígenas salvajes y trepidante acción que eleva su metraje a la categoría de irreverente montaña rusa.
Mediante un guión sorpresivo que funciona como buen mecanismo de relojería y unas aspiraciones de crítica social, Cornish hace que su obra sea algo más que un divertimento emocionante y alcance un grado superior, aunque en ningún caso se revele como algo excepcional. Más bien es una espiral de parodias bien llevada y mejor interpretada que parece querer ser un homenaje cínico a las aventuras infantiles de antaño y a los filmes de invasiones alienígenas.
Es como si los Aliens de Ridley Scott salieran de repente en uno de esos barrios marginales londinenses retratados por Ken Loach. También podríamos pensar que Cornish ha hecho una relectura de unos personajes clásicos como los Cazafantasmas, aunque aquí les haya quitado bastantes años, los haya encuadrado en unos suburbios pestilentes y estos se dediquen a la persecución de repugnantes extraterrestres. Incluso podemos decir que es como una versión británica y más cutre de una idea ya desarrollada en la reciente Super 8.
El director novel no sólo convierte su comedia terrorífica en una sátira absolutamente contemporánea sino que abre nuevos caminos en la mescolanza de géneros. El horror, el contrapunto gore y la comedia gamberra se aúnan para dar brío a una historia mínima, que resiste y supera su propia condición a través de una gran imaginación y sin tomarse demasiado en serio a sí misma. Choca, por otro lado, que ese mensaje soslayado de cómica moralidad en torno a la igualdad de clases y razas y otras moralejas bienpensantes expuestas resten minutos al lado más pavoroso del filme.
Cierto es que la propuesta no deja de ser un monstruo multiforme barato, que el filme adolece de un cierto amateurismo de serie B ochentera y su premisa es demasiado simplista como para dejar poso en el espectador más allá de saber ver las virtudes que la sostienen pero la energía que desprenden sus secuencias perfectamente rodadas, unas actuaciones en estado de gracia y su inclinación hacia la narrativa de tira cómica transfiguran a Attack the block en una diversión saludable y atractiva que sabe manejar con devoción todos los hilos que la mueven.