El argumento repleto de tópicos de Immortals permite que posicionemos el cerebro en estado de reposo.
Tras haber deleitado las retinas de muchos espectadores con sus dos primeras obras –La celda (2000) y The Fall: El sueño de Alexandria (2006)–, quedaba por ver qué hacía Tarsem Singh con la mitología griega en esta Immortals, primer paso para integrarse definitivamente en la industria norteamericana del séptimo arte, y para dar una mayor continuidad a su carrera en la gran pantalla (dentro de unos pocos meses llegará su versión de Blancanieves protagonizada por Julia Roberts y Lilly Collins).
Con una promoción que apuntaba descaradamente hacia el público fascinado por 300 (Zack Snyder, 2007), la película se centra en el choque entre el campesino Teseo –Henry Cavill, dejando una buena impresión de cara a su futura encarnación como Superman– y el rey Hiperión, un brutal dictador que quiere pasar a sangre y fuego el territorio griego, eliminando sin piedad a todos aquellos que se interpongan en su camino.
En la vertiente visual de esta superproducción obtenemos más o menos lo que cabe esperar del realizador indio, que despliega todos sus recursos y derrocha imaginación para embelesar y dejar clavado en la butaca a los espectadores. El poder de las imágenes es tal que logra que incluso en algunas ocasiones logremos abstraernos del fallido guión –ahora tocaremos ese punto–, aunque quede la sensación de que casi todo lo visto aquí lo ha hecho o podría hacerlo Zack Snyder, quien ya tuvo su propio espacio para crear un ejercicio de estilo desproporcionado y excesivo en Sucker Punch. No faltan, por ejemplo, esas ya típicas peleas donde la acción va acelerándose y ralentizándose a cada nuevo contrincante que surge ante los protagonistas, marca de la casa del director de Watchmen.
En lo referente a la historia, los casi debutantes Charley y Vlas Parlapanides tejen una trama simplista llena de violencia, sangre y vísceras, mezclando sin rubor y sin excesivo acierto un buen número de elementos mitológicos. La caracterización de personajes como Hiperión mueve a la risa –es un villano tan cruel que en ocasiones casi parece de opereta–, y los diálogos tampoco ayudan a tomarse en serio el conjunto, entre frases sentenciosas que no vienen a cuento y otras poco trabajadas que se han puesto en boca de algunos personajes meramente para salir del paso.
Viendo la parte positiva, el argumento repleto de tópicos de Immortals permite que posicionemos el cerebro en estado de reposo, dejándonos seducir por la belleza semipictórica pergeñada en la postproducción –ampliada en la versión en 3D que también se ha estrenado– de una cinta que ya ha sido definida por algún crítico norteamericano como “la película mala con mejor aspecto que hayas visto nunca”. Por encima del fallido remake de Furia de titanes (Louise Leterrier, 2010) pero a mucha distancia de la mentada 300 o de una obra magna como El Señor de los Anillos, estamos ante una sofisticada y apabullante lámina en movimiento que únicamente satisfará a quienes no les importe que se triture la mitología para crear un puré insípido digerible por todos los públicos.