Dear Frankie es una película intimista que cuenta la historia de Marie, una madre separada que carga con un niño sordomudo: Frankie. Para protegerlo de su turbio pasado, Marie inventa la figura paterna que su hijo nunca tuvo. Por medio de correspondencia, la relación “padre ficticio”-hijo se va desarrollando con normalidad.
Pero cuando el barco en el que supuestamente está enrolado el padre, hace escala en el pueblo donde viven Marie y Frankie, toda la historia parece venirse abajo. Desesperada, Marie contrata a un desconocido para que durante dos días se haga pasar por su marido, llenando con mentiras el hueco que el padre de Frankie dejó en este, y sin proponérselo, llenando también el que dejó en ella.
Con este argumento, la cinta podría desvariar hacia el trillado terreno de la comedia romántica o de enredos. Lejos de esto, la directora se plantea la historia desde otra perspectiva, imprimiendo gran fuerza a cada fotograma, ahondando en las motivaciones que mueven a cada personaje y buceando en sus sentimientos. En lugar de centrarse en la relación entre Marie y el desconocido, la directora refleja más la relación paterno filial que éste establece con Frankie, regalando momentos especialmente tiernos. El resultado es una película impecable, que toca la fibra sensible del espectador sin buscar efectismos, o escenas especialmente emotivas.
Armas a su favor son los paisajes escoceses, la naturalidad de los actores, y la solidez de un guión especialmente bien hecho. Una película a la que sólo se puede reprochar un metraje excesivo, o un ritmo demasiado lento, que provoca sucesivas bajadas de interés en el espectador. No obstante, el proyecto original era hacer un corto, pero la obsesión de la directora con el proyecto, y presiones ajenas al mismo, acabaron convirtiéndolo en un film convencional. Aún con esto, Dear Frankie se perfila como una de las más interesantes propuestas actualmente en cartel.