Terry McCaleb es un miembro retirado del FBI, que víctima de un infarto, acaba con un corazón trasplantado y una vida rutinaria. Clint Eastwood, es un viejo vaquero/poli duro retirado, que víctima de una racha demasiado buena como director, acaba con una trama de emoción trasplantada y un desarrollo rutinario.
En esta ocasión vuelve a encargarse del traslado a pantalla de un libro, tal y como hiciera con Poder Absoluto (en donde interpretaba a un noble ladrón con la habilidad para los disfraces del mismísmo Mortadelo), o en Ejecución Inminente, en la que a su vez solucionaba casos del pasado partiendo de pruebas por nadie encontradas tal y como hace aquí.
Resulta que su nuevo corazón, perteneció a una mujer asesinada, y tras presiones de su hermana, y de esa vena de su frente que sigue tan viva como hace 30 años, acaba arriesgando su salud para ejercer sus grandes facultades no perdidas.
Aunque en verdad no sean tan grandes. Más bien ayuda la torpeza ajena, y que con los soplos del apuntador sepa perfectamente qué hacer. Y es que entre tópicos y previsibilidad, todo le resulta mucho más sencillo, por más que haya un deseo infructuoso de sorprender a los "atontaos", que salvo despiste gordo no encontrarán grandes incógnitas.
Técnicamente, no acompaña ni el ritmo, que hace de la cotidianeidad un camino llano con pocos saltos. Y aunque hayan otras cosas moderadamente correctas, el resultado es bastante bastante discretito.