El martes 29 de marzo se confirmó oficialmente la ruptura de Disney Studios y los hermanos Bob y Harvey Weinstein, que han dirigido Miramax Films desde su creación en 1979.
Desde ese año hasta principios de los 90, Miramax funcionó como distribuidora de films independientes que no encontraban salida a través de los grandes estudios. Los Weinstein, que habían desarrollado una carrera previa como promotores de conciertos, pusieron nombre a su empresa combinando los de sus padres, Max y Miriam.
La repercusión en EE.UU. de Sexo, Mentiras y Cintas de Vídeo, Mi Pie Izquierdo, Reservoir Dogs, Juego de Lágrimas y otras cintas presentadas por los Weinstein, animaron a Disney a comprar Miramax en 1993 por 80 millones de dólares. La gran corporación pretendía usar la pequeña para producir y distribuir películas que generaran beneficios sin dañar su imagen corporativa de emporio familiar.
Los hermanos Weinstein recibieron inicialmente de Disney 450 millones de dólares anuales para la producción, con cierta autonomía creativa y en combinación con otras fuentes de financiación, de proyectos como Pulp Fiction, Beautiful Girls, El Paciente Inglés, Shakespeare in Love o Chicago. Disney invertiría en cada film un máximo de 12,5 millones de dólares, y tendría derecho a vetar aquellos que excediesen presupuestos acordados previamente o que fuesen calificados moralmente como NC-17.
A la vez, en su faceta como distribuidora, Miramax introdujo en el mercado norteamericano La Vida es Bella, Los Otros y Amelie. Finalmente, Bob creó la etiqueta Dimension Films para cubrir películas de género fantástico como las sagas Scream y Spy Kids.
Las decisiones artísticas y empresariales de los Weinstein en el seno de Disney han sido un éxito: 220 nominaciones al Oscar y 53 estatuillas. 4.500 millones de dólares de beneficios sólo en EE.UU. Miramax vio ampliado en 2000 el presupuesto otorgado anualmente por Disney hasta los 700 millones de dólares.
Sin embargo, con el comienzo del siglo XXI, las tensiones entre los atrevidos hermanos y el muy conservador ejecutivo al cargo de Disney, Michael Eisner, han llevado a la cancelación del acuerdo. Los Weinstein lamentaron públicamente perder proyectos como El Señor de los Anillos por el veto de Disney a su presupuesto. Otros -Dúplex, Atando Cabos, Cold Mountain- han tenido rendimientos muy pobres. Por otra parte, Disney se negó en su momento a la distribución de cintas polémicas como Priest, Dogma o Fahrenheit 9/11, obligando a los Weinstein a comprar a su compañía madre los derechos de tales films y a crear compañías fantasmas para poder estrenarlos.
El 30 de septiembre, cuando los Weinstein abandonen Miramax, habrán de dejar atrás el nombre que crearon, y los derechos de los 600 títulos en los que ambas compañías han colaborado. Además, tendrán que pagar a Disney por poseer proyectos que iniciaron en el seno de esa compañía y que pretenden desarrollar con otros productores. Los analistas ven difícil que los hermanos logren encontrar otro inversor tan poderoso como Disney, aunque cuentan con el aval de directores como Quentin Tarantino, Robert Rodríguez y Kevin Smith, que han asegurado continuarán sus carreras con los Weinstein.
Para Disney, la situación tampoco es brillante. Recordemos que, ahora mismo, también Pixar está libre de ataduras con la compañía que dirige Eisner, y que los films, tanto de imagen real como de animación, que Disney produce por sí misma calan cada vez menos entre el público.