Operadoras, usuarios, autores, industria del ocio en general… todos se tiran los trastos a la cabeza, y mientras el actual escenario se revela evidentemente anticuado, las dudas de cómo materializar el nuevo tropiezan con constantes obstáculos. Como se ha mencionado más de una vez, no es fácil competir con lo que es gratis, como no es fácil hacer entender a los usuarios que ya pagan una cuota de acceso a Internet a precio exorbitante, que esta es únicamente para iluminar los leds del módem y que el contenido no está incluido. Pero de la misma forma que la competición con la “gratuidad” es imposible, la oferta de pago se sigue revelando eminentemente triste: probar a día de hoy a ver sólo cine digital vía Internet, es un despropósito.

El modelo de negocio de iTunes, sigue siendo citado por muchos, en varias ocasiones de forma cínica: algunos dicen que por ese precio sí se plantearían comprar, pero nunca lo hacen. No obstante, el catálogo en música es amplio, y aunque podría discutirse sobre la adecuación de los precios, que estos no sean más bajos depende tanto de la falta de un público mayor, como de la difícil y equivocada comparación que hacen las discográficas de sus precios y los de la tienda tradicional (mientras los usuarios comparan el precio de la tienda con el del top manta, o se preguntan por qué pagar cuando ven que una mera búsqueda en Google, les da con el disco empaquetado). Con todo, quienes quieren librarse de historias y acaban utilizando el sistema, dicen que su comodidad es un factor importante, y que los nuevos servicios de la ‘nube’ Apple, les dan numerosas ventajas. A saber. Uno es de cine y ahí pierde la esperanza al contemplar tanto el catálogo como los distintos precios de las películas que también ofrece iTunes: un precio por alquilar de 3,99 euros, uno abultado de en torno a 14 por la compra, uno de uno intermedio si es alquiler pero de alta definición… Por no hablar de la oferta, tan limitada que en muchos momentos es factible pensar en desechos graciosamente concedidos por distribuidoras dubitativas. Ni un fan de Los Goonies como el que escribe pagaría más de 4 euros por su alquiler.

Sin duda, lograr un catálogo exhaustivo, con numerosas ofertas e incluso packs además de descuentos cambiaría mucho el escenario. Sabemos que las distribuidoras tienen en muchos casos problemas al tratar con las redes de tiendas y cines -hoy por hoy todavía con peso- que limitan ofertas más atractivas: la presión de ambas impide el salto definitivo a la red. Pero pese a que Peter Jackson, James Cameron y compañía pusieran el grito en el cielo en su momento, pese a que hemos defendido en muchas ocasiones el cine como lugar idóneo para ver películas, ante las crecientes molestias de un público en permanente involución, un precio algo reducido al de los estrenos en taquilla haría que uno prefiriese verlos en su casa que rodeado de supuestos congéneres.

Cuentan que Netflix, con un repertorio de opciones mucho mayor al de iTunes en cine no se atrevía a lanzarse a España por la situación de desproporcionada piratería de las estadísticas que manejaban. Quizá ahora sea el momento de planteárselo, como deberían las operadoras de Internet plantearse bonos en connivencia con empresas como las citadas para dar sentido a sus conexiones de banda ancha. Con lo de los últimos años ya se han beneficiado suficiente del trabajo ajeno y la paciencia de sus usuarios.