Carlos II (Rupert Everett) reina en la Inglaterra del siglo XVII. Una ley prohíbe que las mujeres actúen sobre los escenarios. Así que todos los papeles destinados a ellas son interpretados por actores que se preparan específicamente para ello. Edward Ned Kynaston (Billy Crudup) es la estrella de los actores actrices. Su asistente personal, María (Claire Danes), le cuida y ayuda en cada función, pero nunca le ha confesado algo, quiere hacer lo mismo que él. ¿Qué sería de Kynaston si la ley fuera abolida y las mujeres autorizadas a actuar? El Rey lo tiene en su mano.
Belleza prohibida se basa en el hecho histórico de la adquisición del derecho de las mujeres a ser actrices. Pero se desarrolla mucho más sobre el trauma que crea a un actor dedicado a papeles de mujer el deber dejar de interpretarlos. El protagonista, Kynaston, no sólo es reconocido como mujer en el escenario, sino que, a menudo, trasciende a su vida cotidiana como tal. Ni él mismo sabe quién es. Richard Eyre, director del filme, ahonda, como en su anterior trabajo (Iris), en la ambigüedad sexual. Pero en Belleza prohibida quiere anudar una historia de amor que no acaba de encajar en ningún lugar. No sabes muy bien adonde quiere llevar al personaje de Kynaston, ¿a María? Lo dudo.
Si la película no recordara demasiado a Shakespeare enamorado, sería mucho más interesante en su puesta en escena. Pero no es así. El director apuesta además por una tonalidad dorada y parda que agota, todo es del mismo color. Y decide que la cámara componga unos planos circulares de feria de atracciones que te llevan a pensar que en siglo XVII todo eran cánticos y danzas en la sociedad.
Entretenida a ratos. Curiosa es la visión de la corte del rey Carlos, muy atrevida ciertamente. Lo más revelador de la película.
Jeffrey Hatcher ha adaptado la obra teatral Complete Female Stage Beauty para esta producción.