Resulta curioso echar un vistazo a la filmografía de los hermanos Paul y Chris Weitz y ver el fuerte giro de esta en tan solo cuatro películas: iniciados en el subgénero de la comedia estudiantil mas escatológica y descerebrada con “American Pie” (un subgénero que, digan lo que digan algunos, no ha ofrecido nada memorable desde que John Landis estrenase la, esta sí, magistral “Desmadre a la Americana”) dieron un sorprendente giro hacia la comedia mas adulta e inteligente con "Un Niño Grande”, giro que mantienen en este nuevo trabajo en el que aunque ambos participan en la producción, Paul ha dirigido en solitario.
Al igual que en su anterior film, “In Good Company” presenta el contraste entre dos personajes de muy distintas edades: Dan Foreman (Dennis Quaid) es un veterano jefe de ventas de una revista deportiva que acaba de ser adquirida por una gran corporación, lo cual trastoca todo el esquema empresarial y provoca que este tenga ahora que estar a las ordenes de Carter Duryea (Topher Grace), un veinteañero que podría ser su hijo. Partiendo de tal esquema uno podría vérselas con un drama laboral en toda regla, y aunque ciertas secuencias se inscriben dentro de dicha temática (como ver a Dan obligado a comunicar a viejos colegas sus despedidos), deriva pronto hacia otros derroteros a través de la relación entre Dan y su nuevo jefe y el inicio de la de éste último con Alex (Scarlett Johansson), hija de Dan, a espaldas de este.
Trazando en paralelo los retratos de ambos personajes, el veterano ve como su vida profesional se complica de la noche a la mañana casi en paralelo a su vida personal, con una hija marchándose del hogar y un bebe en camino, lo que acaba forjando una relación en cierta forma paternal con Carter, un joven emprendedor y con ansias de comerse el mundo pero lleno de inseguridades, todo ello contado mediante una equilibrada combinación de comedia y drama sin caer en la exageración en la primera ni en la sensiblería fácil del segundo.
El esquema anterior funciona sin decaer a lo largo de todo el metraje gracias sobre todo a la química entre los dos protagonistas que proporciona instantes logrados y secuencias de alarde individual, sin olvidarnos de la relación entre Carter y Alex que permite a la últimamente ubicua Scarlett Johansson momentos de lucimiento con los que seduce al jefe de su padre y de paso a los espectadores. Weitz narra todos los momentos con elegancia y un magnifico acompañamiento de la banda sonora dejando espacio a sus actores y sin recurrir a la escatología o los golpes fáciles que parecen imperar en el género.
Quizás peque demasiado de buenas intenciones y corrección política, como demuestra la resolución y el colocar a cada personaje donde se merece conforme a su honestidad,pero ello no impide que la película sepa como hacer humor de forma inteligente y respetuosa en lugar de tomar el pelo al espectador, lo cual siempre es de agradecer.