Otra ceremonia de los Oscar, otra sensación generalizada de aburrimiento y desinterés. De unos años a esta parte, la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de Hollywood vive un desencuentro con el público que se traduce en unas nominaciones cada vez menos comprensibles y unas galas apolilladas, demasiado largas, que no llaman la atención de los televidentes.
La desastrosa velada de 2011, presentada por James Franco y Anne Hathaway, ha dado paso en 2012 a la recuperación del experto Billy Cristal como maestro de ceremonias (en la imagen). Pero, aunque la audiencia ha experimentado una ligera subida, las críticas han vuelto a ser tibias y los galardones —salvo casos aislados, como los que se llevaron ç, Christopher Plummer y Millennium: Los hombres que no amaban a las mujeres— llegaron a ser insultantes en su desprecio, ya en la fase previa o en la propia gala, a títulos como Take Shelter, Drive, El Origen del Planeta de los Simios, Young Adult y El Árbol de la Vida.
Así las cosas, son muchos los articulistas estadounidenses que están urgiendo a la Academia a mejorar su imagen pública con varios consejos: elegir a presentadores de comicidad más actual, como Sacha Baron Cohen, Seth Rogen o Ricky Gervais; primar películas que hagan honor al siglo XXI, y no a las que destilan una nostalgia obscena; y olvidarse asimismo de los rancios momentos con bailes y canciones.