Puesto que Vin Disel se ha convertido en uno de los actuales representantes del cine de acción, a falta de serios contendientes y en detalle sintomático de cómo anda el género, si a éste le toca reproducir lo que otros en su lugar hicieron en el pasado, fácil es intuir que lo va a hacer con un descenso de nivel proporcional al de su prestigio.
Mientras en los 80 Schwarzenegger y Stallone iban forjando su dualidad a golpe de Terminator, Depredador, Commando (por parte del austriaco) o de Rocky, Rambo y Cobra por parte del segundo -actor curiosamente reciclado del cine erótico- lo cierto es que por mucho que acabaran siendo cariaturizados y que durante un tiempo simbolizaran la ridiculez del género, su trayectoria vista con el paso del años recoge un tipo de cine que en su formación tuvo algunos momentos de fácil entretenimiento visceral, y algunos que pasaron merecidamente a formar parte de su historia. Sea como fuere, cuando eran ya respetados representantes de un tipo de justicia eminentemente violenta, posiblemente como vía para congraciarse con los nuevos tiempos y sobre todo sacar partido económico a su reciclaje, ambos pasaron por el trance de explorar su vis cómica al contraponer el contraste de su imagen combatiba con situaciones amables de comedia familiar.
Como ejemplos pueden citarse para Schwarzenegger Poli de Guadería (la más afin con el caso concreto) o Junior (momento cúlmine de la degradación de lo que representaba, sometiéndole a gestar su propio hijo en un extraño experimento) , y del segundo resulta representativa Alto o mi madre dispara, en que acompañado de la mayor de las chicas de oro Estelle Getty, quedaba reducido a un niño de mamá socorrido por esta en la lucha contra el crimen.
Ahora, visto que ese personaje surgido de las grutas del tunning (2 fast 2 furious) ha asumido de forma exclusiva seguir adelante con el proceso –o repetirlo– es a él a quién le toca de nuevo valerse de su registro duro para contraponerlo a una familia a la que deberá proteger en ausencia de su madre y tras fallar en la protección del padre, autor de un invento codiciado por el enemigo norcoreano. Las pautas se siguen con desdeñosa reincidencia en el estereotipo: inicio de acción, inmersión en el desmadre de los niños, y uso de férrea disciplina muy próxima a la violencia para acabar ganándose por el camino su cariño. Y cuando eso esté hecho, recuperar el argumento inicial y solventarlo tras unas pocas explosiones.
Desde la primera embestida se duda si la acción tristemente reproducida se explica por el tono paródico que busca un aspecto casposo, o por falta de más recursos. Después, Vin Disel marca un mínimo muy bajo desde el principio y su único mérito es defender esa posición y no encontrar –quizá ante la falta de posibilidad para hacerlo– forma de hundirse más. Demasiada tentativa de gag que queda limitada a un golpe, una cara de asco ante escatología poco elaborada, o su rudeza a la hora de imponer orden ante un niño o un pato (¿?) se explica fácilmente atendiendo al dueto guionista de Thomas Lennon y Robert Ben Garant. Autores del texto de la infumable Taxi, Derrape Total aquí no llegan tan bajo por ampararse en la pretensión de cine infantil que en pocos momentos llega al público adulto. Si a eso se le suma la labor de dirección de Adam Shankman, que ya mostró su capacidad para la comedia en Se montó la gorda, el global del resultado bastante logra sacar con arrancar alguna sonrisa y quedarse al límite del abismo que en otras ocasiones todos ellos han alcanzado de forma holgada.
Sin duda, el sucesor de los antes citados queda muy por detrás de aquellos en cualidades y carisma. Para atender a lo que aquí se plantea es más recomendable acudir a alguna de las cintas antes nombradas ya que generalmente superan la prueba del tiempo y llegan fácilmente a todos los públicos.