Nueva producción de los hermanos Coen, dirigida por Joel, escrita por ambos y coprotagonizada por la mujer del primero. Todo queda en casa. O casi todo. BB Thornton, reiterando el calificativo de camaleónico que se usa ya como si fuera uno de sus apellidos, tiene un papel protagonista tan particular que merecería un capítulo aparte.
En un elegante blanco y negro, de esos que llegan a relativizar el avance que supuso el color en el cine (aunque provenga de la producción ya que se rodó con cámaras "normales") se nos presenta una historia pintoresca, sin ritmos acelerados, en lo que es el camino para buscar la parsimonia apática que refleje el modus vivendi de su protagonista. Peluquero silencioso, hombre de pocas palabras, flemático y glacial, indiferente incluso a la cornamenta que sin cuidado alimenta su mujer adultera, un día cae rendido a las maravillas de la limpieza en seco anunciadas por un homosexual gordo pelón. Vía esta para despertar sus emociones y agudos (sarcasmo) instintos empresariales, demuestra la inteligencia que nadie le supone para en un plan rocambolesco convertirse en inversor. Pero pese a lo sibilino de su plan, nada le sale bien, y de ahí en adelante el absurdo y los mil y un contratiempo, lucharán por borrar su gesto apático con más penas que glorias.
Lo que más llama la atención de esta película, como rasgo común a la filmografía de este par de privilegiados que sólo triunfan en Europa, es esa facilidad para vendernos realidad, cotidianeidad, y salpicarla de forma creíble de recortes esperpénticos, giros inesperados, que devienen cómicos por contraste, por provocar la risa en momentos insospechados. De esta manera, su humor deviene genuino, una apología del surrealismo lo suficientemente maquinada para poner el mundo a un lado, y su obra en otro. Si siguen así, estos hermanos van a hacerle un gran favor al cine: sus modos suponen una bocanada de aire fresco de la que es bueno gozar regularmente.