El primer viaje de Andrew Stanton al espacio le valió el respeto y la admiración de la industria cinematográfica. Lo hizo de la mano de un pequeño robot y montado en la infalible nave de Pixar. Cuatro años más tarde, Stanton ha intentado repetir la aventura espacial sustituyendo a Wall-e por un héroe de musculatura hipertrófica. El resultado no ha podido ser más decepcionante, John Carter se convertía este mes en el mayor fracaso comercial de la historia del cine. Según cifras de la compañía Disney la película costó 190 millones de euros y ha generado pérdidas por valor de 160.
La prensa general y especializada se ha lanzado a tirar de hemeroteca y a recordar los grandes fiascos de la historia del cine, películas que no tienen en común más que lo abultado de sus presupuestos y lo frugal de sus ganancias. ¿Qué lectura en claro se puede sacar de ello? Ninguna.
Una producción como la que nos ocupa estaba destinada a reventar las taquillas. Empecemos por lo obvio: una historia de aventuras, con la carne justa para atraer a los adolescentes y no ahuyentar a las familias, sobredosis de efectos especiales, una campaña publicitaria de más de cien millones de dolares... Una formula perfecta con la que Disney quería iniciar una franquicia. Pero la película tenía además varios ases bajo la manga. Pongamos las cartas sobre la mesa. John Carter se basa en una novela de Edgar Rice Burroghs, autor de Tarzán, un personaje que ha dejado pingües beneficios en taquilla en sus numerosas adaptaciones. Tras las cámaras estaba el responsable de sonados éxitos de crítica y taquilla como las oscarizadas Wall-e (que dejó unas ganancias de 395 millones de euros) o Buscando a Nemo (con la que ganó 660 millones de euros). Además las criticas de John Carter ni siquiera eran especialmente malas. El agregador de críticas anglosajónas Metacritic le otorga una puntuación de 5.1 según los especialistas y de 7.4 según sus usuarios, nada mal para una superproducción de aventuras.
¿Qué fue entonces lo que fallo? Los más supersticiosos han traído a colación la llamada maldición de Marte. La película de Stanton no es la primera visita fracasada al planeta rojo. Desde Mars Atacks de Tim Burton a Marte Necesita Madres de Zemekis pasando por Fantasmas de Marte de John Carpenter todos los viajes cinematográficos al planeta vecino han acabado estrellándose, sin importar la solvencia de los directores que capitaneaban la nave. Pero, supersticiones aparte, hay varios factores que pueden haber influido en su hundimiento en el box ofice.
El New York Times lo tiene claro. Desde su blog Vulture lanza una diatriba contra el director Andrew Stanton al describe como megalómano y acusa de forma nada sutil de aprovechar su puesto privilegiado en Pixar para exigir un control absoluto sobre la cinta y su promoción. Y es precisamente esta última la que falló. Los medios americanos despedazaron sin piedad el primer trailer de la película, que se proyectó durante el intermedio de la Superbowl. Incluso el actor protagonista Taylor Kitch reconoció que había cosas que “se podían haber hecho mejor”. Pero Kitch tiene también mucho que callar. La elección de un actor desconocido para protagonizar uno de los pretendidos blockbusters del año es más que dudosa. Y es que una portada en Men´s Health y una serie de papeles en cintas tan prescindibles como La Hermandad del Mal no son un curriculum suficiente para llevar todo el peso de la película. Pero esto no lo explica todo, cintas como Avatar o Parque Jurásico reventaron las taquillas con unos elencos relativamente desconocidos.
El título de la cinta, ambiguo e incluso aburrido, puede haber sido otro factor. Andrew Stanton decidió acortar el original John Carter de Marte, una decisión que fue discutida hasta el último momento en los estudios Disney. Y es que el film no ha sabido venderse a los fans de la ciencia ficción. El omnipresente castillo de Disney en la publicidad y la ausencia total de referencias al libro en el que se basa pueden haber ahuyentado al público potencial. Desde Los Angeles Times apuntan una razón más: la cinta fue ideada desde el principio como una franquicia, al estilo de Avatar o El Señor de los Anillos. Las expectativas eran altas y por lo tanto, también lo fue el presupuesto. Pero más sonoro ha sido su fracaso. A pesar de analizar alguno de los factores que pueden haber influido en este descalabro su razón principal sigue siendo una incógnita. Puede que el tiempo acabe dando una respuesta. Puede que nunca lo sepamos y no debamos molestarnos en intentar entenderlo. Al fin y al cabo, los designios del público son inescrutables.