"La Cazarrecompensas" es, sin duda, una película muy menor, pero hay algo en ello de premeditado y atrayente.
El pasado 23 de marzo, el crítico Jordi Costa dedicaba un tweet algo despectivo a La Cazarrecompensas: "Una película cuyo destino es el público cautivo de trenes, aviones y autobuses". Pero, sin pretenderlo, las palabras de Costa hacían honor al espíritu vagabundo, pícaro y proletario que anima esta comedia interpretada por Katherine Heigl.
Heigl, por quien sentimos una atracción no compartida por demasiados espectadores, se había encasillado tras su consagración en la serie Anatomía de Grey (2005-2010) en comedias donde el dinero era la última preocupación de sus personajes: Lío embarazoso (2007), 27 vestidos (2008), La cruda realidad (2009), Killers (2010)... La Cazarrecompensas supone una variación siquiera momentánea en su carrera.
Y es que, inspirándose en un carácter creado por la escritora Janet Evanovich en Uno por dinero (primera de una saga de dieciocho novelas), Heigl da vida a Stephanie, una joven de Nueva Jersey que, para escapar a una situación económica que amenaza su estatus de clase media, acepta localizar a cambio de recompensas a delincuentes que han violado los términos de su libertad condicional.
Ello propicia una intriga detectivesca cuyo tono ligero no camufla lo sórdido de los escenarios y los personajes entre los que transcurre la acción, ni el dudoso horizonte que aguarda a la relación sentimental de Stephanie con un amante de juventud y a su inestable trabajo.
Heigl sigue así el rumbo de Mark Wahlberg, que en las recientes The Fighter (2010) y Contraband (2012) ha devenido emblema de la clase trabajadora; y, más en general, de una cierta tendencia del cine estadounidense que, sensible a la recesión, está optando tanto dentro como fuera de la pantalla por la inmediatez, lo barato, lo tangible.
Aparte la protagonista, de hecho, el equipo técnico y artístico de La cazarrecompensas es de segunda división. Lo que se refleja en sus imágenes subrayando paradójicamente lo pintoresco del conjunto. Nos hallamos, sin duda, ante una película muy menor, pero hay algo en ello de premeditado y atrayente.
O al mejor es solo que Katherine Heigl nos gusta incluso teñida de castaño y vestida con cazadoras de polipiel y botines de leopardo.