Escaldado tras intentar sacar adelante un proyecto de gran presupuesto (la inacabada El Capitán Trueno) donde la productora quería meter demasiada baza, Juanma Bajo Ulloa se ha amparado en esta ocasión en la independencia económica (y por tanto creativa) para realizar una película de bajo presupuesto (a pesar de las apariencias) que no cuenta entre sus actores con ningún rostro conocido del cine español. Es una apuesta arriesgada, pero considerando que Frágil es la nueva película del afamado director vasco nos negamos a creer que no conseguirá una cierta repercusión mediática.
Los minutos iniciales de la película nos remiten de inmediato a Alas de mariposa (1991) y La madre muerta (1993), los dos primeros largometrajes del cineasta. Las imágenes cotidianas y los pequeños detalles se van sucediendo de un modo magistral para transmitir el paso de los años. Además, en todo ese rato apenas se oyen un par de monosílabos que rompen el silencio, sonando por encima de la acertada música de Bingen Mendizábal. Acabado este fragmento nos sumergimos en el núcleo de la cinta: Venus es una ingenua chica de campo que busca a su príncipe azul, y para ello partirá a buscarlo a la ciudad. Su príncipe es David, un actor que está a punto de comenzar el rodaje de Dark Tale, una película de Hollywood donde interpreta a un caballero medieval.
Con este punto de partida nos hallamos ante una especie de cuento de hadas que disecciona la malsana obsesión que hay en la sociedad actual por ser otro (tener un cuerpo perfecto o ser un ganador, por ejemplo) para que los demás te acepten. En palabras de Bajo Ulloa: Hoy en día si no estás flaco es que estás gordo, si no tienes éxito es que no vales nada. Venus se pregunta si debe cambiar de cuerpo para conseguir a su príncipe, y David se pregunta si debe cambiar de mente para lograr el éxito (en un claro paralelismo con lo que le sucedió a Bajo Ulloa en su anterior proyecto fílmico): ambos son los frágiles del título.
Frágil deja un buen sabor de boca. Se le puede acusar, eso sí, de una cierta desproporción en cuanto al tratamiento de los personajes: David desaparece durante un buen rato de la cinta y cuando regresa hemos desconectado de su problema ligeramente, para con posterioridad protagonizar una sonrojante cabalgada. También se puede decir que es demasiado larga (casi dos horas) y que la resolución final es algo tramposa, pero en general este cuento de amor envenenado cuenta con los suficientes atractivos como para que no lo dejemos pasar.
Señalar asimismo que los actores (Muriel y Julio Perillán) están muy bien. Se agradece que se trate de rostros anónimos, porque así entramos mejor en el cuento que se nos propone. También hay un buen número de secundarios que enriquecen enormemente la trama, algunos apenas esbozados. Se nota, en definitiva, que Frágil es un producto sincero, sacado adelante sin presiones comerciales. Ahora cabe esperar que el público la apoye acudiendo a las salas, porque se lo merece mucho más que todas esas producciones hollywoodienses que aquí se parodian.