Tras insuflar nueva vida en el género de los psicópatas enmascarados con la apreciable Scream, el dúo formado por Wes Craven y Kevin Williamson decidió, una vez agotado el filón del asesino cinéfilo, unir de nuevo sus fuerzas para dar su visión de otro de los iconos de terror fílmico como es la figura del hombre lobo.
Cursed es una de esas películas que antes de su estreno ya acarrean el peso de la mala fama debido a lo problemático de su gestación. Reescrituras de guión en pleno rodaje, remontajes, cambio de actores a media filmación y un estreno largamente aplazado fueron los síntomas padecidos durante los dos años que ha tardado en llegar a la pantalla, y aunque hay abundantes ejemplos de que dichas circunstancias no afectan a la calidad de la cinta una vez terminada, este no parece ser el caso.
Y es que por desgracia para el film el Craven mas terrorífico (Pesadilla en Elm Street, El Sótano del Miedo) no está especialmente inspirado, y el Wiliamson con mas gancho y mala uva (Scream, The Faculty) da muestras de haber sido consumido por su faceta mas ñoña y telenovelesca (Dawson Crece) a la hora de contar la historia de Becky (Christina Ricci) y Jimmy (Jesse Eisenberg), una pareja de hermanos que se ven envueltos en un accidente de coche provocado por un licántropo. Este les hiere transmitiéndoles su maldición, momento a partir del cual ambos comienzan a experimentar ciertos cambios a los que intentan dar explicación mientras se suceden una serie de asesinatos que parecen provocados por algún tipo de bestia.
Son precisamente estas escenas, las que muestran los cambios padecidos por varios hermanos y como ello influye en sus conductas, las que agrupan los mejores momentos de la función, especialmente en lo tocante a Jimmy, el típico perdedor estudiantil objeto de la burlas de sus compañeros que gracias a su nueva naturaleza comienza a crecer en popularidad y adquirir la confianza suficiente para acercarse a la chica de sus sueños y plantar cara al matón del instituto (de paso que se revela algún secreto en uno de los mejores apuntes cómicos del relato).
No puede decirse lo mismo sin embargo del discurrir de la trama principal donde, siguiendo la estela de Scream, se nos plantea un juego de sospechas plagado de sucesivas vueltas de tuerca y falsos sospechosos que buscan sorprender al espectador sin conseguirlo en ningún momento, provocando el bostezo en el público con los avatares amorosos de Becky y su novio Jake (un aburrido Joshua Jackson) y añadiendo un villano carente de carisma y una resolución final estirada en exceso en la cual director y guionista parecen no saber como y cuando dar carpetazo al asunto.
Por su parte las secuencias de terror, el plato fuerte, salvo alguna excepción tampoco acaban de ser efectivas en su intento de sobresaltar al espectador bien por la confusa manera en que Craven visualiza los ataques del licántropo, con planos en los que uno apenas sabe lo que está viendo, bien por unos efectos digitales para dar vida a las criaturas que provocan la añoranza de secuencias de transformación como las de Un Hombre Lobo Americano en Londres o Aullidos (y es que por mucho que progrese la infografía, magos como Rick Baker o Rob Bottin siguen siendo insustituibles).
Plagada de breves cameos (los cantantes Mya y Lance Bass, el presentador Craig Kilborn) que buscan la sonrisa cómplice del espectador yanqui -pero que seguramente serán ignorados por el resto- la película también hace gala de la acostumbrada cinefilia de su guionista, y aunque mucho mas atenuada que en sus anteriores trabajos, cruza referencias al cine de monstruos de la Universal o una secuencia que intenta parecerse a La Dama de Shanghai, unos referentes que le vienen un tanto grandes para un resultado tan flojo y poco inspirado como este.