Los Vengadores

Debe reconocerse a Los Vengadores antes que nada el valor de Joss Whedon: No era tarea fácil la encomendada por Marvel, dar carta de naturaleza definitiva en el cine a los cómics de la productora. Una cosa era relatar en solitario las peripecias de Iron Man, Capitán América, Thor y Hulk con la introducción progresiva de otros personajes y conceptos gestados en la Casa de las Ideas (La Viuda Negra, SHIELD, Ojo de Halcón, Loki...), y otra unirlos a todos en una suma cinematográfica sobre la que han pivotado las anteriores películas de los superhéroes citados y sobre la que pivotarán las posteriores.

Los Vengadores se inicia allá donde acababa Thor, describiendo cómo Loki se hace con el Teseracto, la fuente de energía capaz de abrir portales en el espacio; su objetivo, conquistar nuestro planeta con la ayuda de la raza alienígena de los Chitauri. La amenaza es tan colosal para la Tierra que Nick Furia comprende la necesidad de aunar las fuerzas de todos los superhéroes conocidos hasta la fecha. Nacen así Los Vengadores, que en esta primera aventura deberán aprender a tratarse, combatir juntos, y armonizar las ideas que sobre sus poderes tienen cada uno de ellos.

A través de casi dos horas y media de metraje, Whedon conjuga con habilidad los momentos intimistas, las emociones primarias, y un humor que busca hacer cómplice al espectador de lo ridículo que resulta a la postre ver a tantos hombres y mujeres de carne y hueso disfrazados con pijamas de colores varios. La efectividad de Los Vengadores en este aspecto es irreprochable, por mucho que adolezca de mecánica y de clasicista. Para entendernos: salvo en secuencias muy concretas, estamos lejos de Los Vengadores de Mark Millar e incluso Jack Kirby. Nos hallamos más bien en el terreno creativo sobrio, poco inspirado, de un Don Heck.

Al fin y al cabo, es una característica que podría aplicársele al propio Joss Whedon. En series como Buffy la Cazavampiros (1997-2003) y Firefly (2002), largometrajes como Serenity (2005) y cómics como los Astonishing X-Men, Whedon ha demostrado un respeto por la cultura popular, un cariño por sus personajes y una capacidad irónica que hacen comprensible el predicamento que tiene entre muchos aficionados.

Ahora bien, esto no quita para que Whedon jamás haya sabido trascender con sus creaciones el gueto de los frikis, de quienes no saben ver más allá cultural y existencialmente de lo que les brinda un producto de consumo bien hecho. Y a Los Vengadores le vuelve a suceder: destila pulp, espíritu de los viejos seriales, calidez, pero le falta una hondura mínima, un atisbo siquiera de sofisticación visual o argumental —presentes por ejemplo en El Caballero Oscuro y hasta en Iron Man y Capitán América: El Primer Vengador— que le permitan dejar huella en el discurso audiovisual contemporáneo.

Los Vengadores es una película que va a colaborar de manera esencial a que los superhéroes se perpetúen en los cines de todo el mundo durante los próximos años. Otra cosa es que sea dudoso que aporte nada a las reflexiones sobre este inaudito boom contemporáneo del cómic en el cine, o que sirva al propósito de acercar a espectadores profanos a este tipo de películas. Más aun, hay en ella aspectos pueriles e incluso casposos, una falta de talento a la hora de elevarse sobre el material de partida, que pronostica problemas inmediatos en el universo cinematográfico Marvel y en las secuelas que, sin duda, tendrá la película.

Y es que hay una diferencia enorme entre sobrevivir al juicio de la acrítica parroquia friki, darles a estos lo que esperaban sin renunciar a la inteligencia, y sobrevivir al juicio del medio en que te desenvuelves. Es absurdo negar que Los Vengadores será una de las películas clave de 2012. Lo que habrá que ver es si su relevancia supera las tres o cuatro temporadas, el tiempo que tardaremos en ver Los Vengadores 2. Por ahora, quien esto firma no conoce a nadie al que le haya entusiasmado la película que no fuese antes un fan de los cómics de la Marvel. Y eso es mala señal.