Una de las grandes revelaciones de la temporada.
Podríamos decir que Martha Marcy May Marlene pertenece a una nueva oleada del reciente cine independiente con la que un principiante firma una pieza única, capaz de causar sensación por su arriesgada propuesta y su mescolanza de géneros que se creían antagónicos. Ahí tenemos Chronicle, Otra tierra, Take shelter o esta obra de Sean Durkin, debutante que ha apostado por el thriller psicológico y el drama de horror casi de serie B y que realiza una declaración de inteligencia y pulso narrativo desde los primeros planos que abren su cinta.
Empezamos viendo apenas unos esbozos silenciosos de la vida en común de un grupo de jóvenes que cohabitan bajo el mismo techo. Apenas hemos conocido la vida cotidiana de este extraño conjunto sectario asistimos a la fuga de una de sus miembros, Martha, quien pedirá ayuda a su hermana mayor. Ésta y su marido acogerán a la muchacha en su lujosa casa. A partir de este punto, Durkin dibuja un ambiente pesadillesco que transcurre en la mente de Martha y que se desdobla en pasado y presente, confundiendo las barreras temporales entre ambos tiempos.
Con un montaje excepcional que convoca la sorprendente sospecha de que no le sobra ni un solo plano, el joven realizador sabe cómo construir una narrativa absorbente, complementaria a dos tiempos y que se va descubriendo paulatinamente. Para ello, emplea planos estáticos y sostenidos llenos de colores que dan con una atmosfera malsana mediante una observación limpia y transparente. No es que Durkin pretenda juzgar los acontecimientos sino que lo que pretende es erigir el miedo más puro a través de una exposición objetiva de hechos, que, por otro lado, suceden con la mayor naturalidad. Es precisamente esta verosimilitud lo que más sorprende y aterroriza del producto.
Llegados a Elizabeth Olsen (y sí, es la hermana de las gemelísimas Mary-Kate y Ashley, aunque ello no debería suponer ningún perjuicio), su potencial es sobrecogedor, tanto que asume la encarnación de lo que supone la pérdida de la identidad y la inestabilidad de una mente dañada. Apoyada además por otros excelentes secundarios (atención a John Hawkes o a Sarah Paulson), Olsen vierte toda una lección de fragilidad, inocencia y sexualidad que consigue transmitir la paranoia que persigue a Martha durante todo su recorrido.
Desde luego, Martha Marcy May Marlene es una cinta todo-muy-Sundance, y contiene la dichosa manía del cine arty de no saber cerrar una historia. Tampoco es fácil de ver ni una experiencia satisfactoria que se deba repetir. Sin embargo, debería ser de visión obligada para el cinéfilo porque alcanza ese malabarismo imposible del cine que es hacer mucho con muy poco. Ansiógena y perturbadora, permanecerá largo tiempo en la mente de quien la vea casi de forma depredadora. Como decíamos al principio, estamos ante una de las grandes revelaciones de la temporada, y no sólo nos referimos al cine indie.