Mezclar una película de espionaje y la figura inexpresiva de Pierce Brosnan puede provocar justificadas reacciones alérgicas.
Pero, sorpresa, un buen libro controlado por su buen escritor, hacen que Bond no merme la producción y esta sea una de las mejores cintas del género de los últimos años.
Dirán algunos que el libro es mejor que la película, pero para todos aquellos que ven en la lectura el problema de tener que leer, esta es una buena manera de ir al cine sin necesidad de comerse un bodriete fruto de a)un mal traslado; b)una producción artificiosa.
Metido a guionista por el bien de su obra, John Le Carre ha conseguido reflejar su trama novelesca que une credibilidad y parodia en una complicada mezcla de solvente eficacia, y el no menos complejo objetivo de hacer del señor Bond un anti-heróe cuyas escasas aptitudes para la actuación se camuflan bajo un papel sarcástico y de malévolo cinísmo. Por otro lado el auténtico protagonista, un Geoffrey Rush inagotable, se dedica con la tapadera de su sastreria a hacer de su facilidad para la mentira su modo de vida y de esta manera dar los argumentos necesarios a nuestro amigo para que éste lleve a cabo sus fraudulentos planes.
Así, se traza un término medio entre las ya cansinas aventuras del glamouroso 007, y el sórdido y rudo modus operandi de Torrente, para consumar una burla eficaz que entretiene, divierte y consigue hacer de esta una de las mejores alternativas de la cartelera.