por fortuna, nos hallamos ante un producto sorprendentemente entretenido y divertido
Schmidt y Jenko, antiguos compañeros de instituto, han acabado siendo ambos agentes de policía y compartiendo rondas en busca de maleantes. Tras demostrar su poca maña para enfrentarse al crimen, serán asignados al grupo de operaciones secretas de Jump Street –básicamente porque todavía dan el pego y podrían pasar por jóvenes estudiantes– y se les envía para que se infiltren en un colegio donde se trafica con una potente y peligrosa droga de diseño que ya se ha cobrado alguna víctima. Su misión será desarticular la banda detrás del estupefaciente.
Basada en una serie de televisión de los años 80 –traducida en estos lares como Jóvenes policías– que dio a conocer a un joven Johnny Depp, la cinta que aquí nos ocupa aparenta ser una nueva comedia americana descerebrada con profusión de palabrotas y escatología, muy en la estela de los títulos de Judd Apatow y su órbita. Sin embargo, y aunque dichos elementos están bien presentes a lo largo del metraje, hay que reseñar que, por fortuna, nos hallamos ante un producto sorprendentemente entretenido y divertido, con un mayor grado de solidez que títulos supuestamente similares.
Uno de los mejores logros de Infiltrados en clase es saber dar desde su mismo arranque con un tono desenfadado que permite al espectador comulgar con una premisa tan absurda como la de dos policías veinteañeros que se hacen pasar por adolescentes. Los dos caracteres opuestos de los protagonistas parten de meros estereotipos –el friki empollón marginado y el musculitos deportista sin cerebro– para irse imbuyendo de significado con el paso de los minutos, llegando incluso a invertir sus roles y a transmitir un mensaje valioso: podemos estar por encima del papel que la sociedad o el entorno nos imponen. En este sentido, hay que aplaudir las interpretaciones de Jonah Hill –también guionista y productor– y de un Channing Tatum que por fin encuentra nuevos registros.
Pero que no cunda el pánico. Por encima de enseñanzas profundas, la cinta se entrega principalmente a un humor descacharrante que juega con los tópicos sobre el instituto y su fauna, pero que también parodia un buen número de lugares comunes de las películas policiacas de toda la vida, recordando a títulos como Arma letal, y al mismo tiempo –por qué no– a logradas parodias del género como Arma fatal.
El guión está construido con solidez y dignidad, y provoca bastantes sonrisas y unas cuantas merecidas carcajadas. Hay gags muy logrados –algunas de las persecuciones, la visualización de los efectos de las drogas en quienes la toman– y logra mantener la atención en todo momento, salvo quizá cuando se entra en el inevitable tramo, previo al desenlace, donde los protagonistas dudan el uno del otro antes de reconciliarse, y baja el ritmo durante unos minutos.
Manejando con acierto el absurdo autoconsciente, las gamberradas sorpresivas y el humor visual, estamos ante un film que no se toma en serio a sí mismo –para bien– y que se aprecierá más cuanto menos se espere de él. En definitiva, y aunque tal vez no logre igualar las cotas de Cómo acabar con tu jefe, estamos de nuevo ante una grata y simpática sorpresa dentro del género de la comedia gansa actual.