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Un amour de jeunesse (primer amor) - critica de cine
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Un amour de jeunesse (primer amor)

Oda a la depresión

Un artículo de Eduard Terrades || 16 / 5 / 2012
Un amour de jeunesse (primer amor)

Narración algo dilatada que sirve de excusa para emborracharnos de bonitos paisajes ocasionales y de amargas sacudidas sentimentales.

Mia Hansen-Løve, esposa del siempre imprescindible cineasta francés Olivier Assayas, tiene muy claro el concepto de la existencia humana: la vida no es un camino de rosas, es un lugar triste por el que transitamos casualmente, interrelacionándonos con otros seres que comparten nuestras frustraciones (y alguna que otra pequeña alegría).

A veces en este viaje solitario nos enamoramos, pero toda relación promiscua o precoz es propensa a sufrir altibajos, desórdenes emocionales o momentos dolorosos por los que sollozamos. Esto sucede especialmente durante la adolescencia, fruto de la inmadurez. Y esta desazón ante una relación mal llevada es la que experimenta Camille (Lola Créton), que durante el longevo proceso de rodaje fue creciendo y desarrollándose tanto mental como físicamente), una muchacha que está entrando en la juventud mientras está siendo abandonada por su pareja, Sullivan (Sebastian Urzendowsky), que ha decidido escapar hacía Sudamérica porque su miedo a estancarse con su amada le lleva a vivir la experiencia del amor como una carga que pesa sobre sus hombros de deportista. Los corazones de ambos se encuentran en un “cul-de-sac” del que les será muy difícil escapar.

Camille prosigue con su vida de estudiante, y después de cursar la carrera de arquitectura y emprender un nuevo proyecto amoroso con su profesor de universidad, empieza a añorar los días soleados al lado de Sullivan en la campiña francesa, convirtiéndose en un amor platónico que regresará momentáneamente cuando el chico se dé cuenta de que por más que pesen los años, sus corazones nunca podrán estar separados, más allá de la barrera que se imponen para no franquear la estabilidad emocional que tanto habían ansiado.

La realizadora expone casi diez años de existencia emocional de una joven demasiado inocente, que parece vivir dentro de una burbuja, en una particular residencia emocional, ajena a los problemas exteriores; su existencia se ha detenido en la primera separación, momento crucial en que debe decidir hacía donde debe encarrilar su vida profesional. Este hiatus emocional marcará su carácter de por vida, igual que sellará el tempo del filme, marcando una narración algo dilatada que sirve de excusa para emborracharnos de bellos paisajes ocasionales y de amargas sacudidas sentimentales, que vienen a recomponer esa alma en pena con aire virginal que viene a ser Camille, con el objetivo de que nos pongamos en su propia piel. Resulta fácil comprender los sentimientos de esta afrancesada historia de amor no exenta de maniqueísmos oportunistas que para nada proclaman la lágrima fácil. En cierta manera la realizadora ha diseñado un relato algo excéntrico: si se analiza de forma superficial, únicamente viene a exponer como dos amantes perciben y reconducen sus emociones, decantándose siempre por la pesadumbre existencial de la chica, mostrando primero el proceso de estancamiento a consecuencia de su depresiva mentalidad para luego reinvertir su drama personal en un proceso de expansión profesional (es decir, en esa maduración que en principio todo humano experimenta a medida que va quemando años). Todo esto lo consigue gracias a que hilvanado la trama de forma excepcional, sin demasiados puntos de fuga que la lleven hacía la deriva narrativa (a través de una estructura que podríamos definirla como cíclica, los dos personajes se alejan físicamente, para luego reencontrarse justo allí dónde habían dejado su relación en stand-by).

Antes apuntaba que se trataba de una historia muy afrancesada, no sólo por los parajes en los cuáles habitan los personajes, sino en las miradas, en la manera como se expresan, a uno le da la sensación de que ya lo hayamos contemplado en otras producciones con parecidos temáticos similares. Puede que sea un tópico de muchas producciones de “amour fou” galas o una visión distorsionada de nuestra mirada extranjera, pero en el caso que nos ocupa estaría justificada esa sensación de “déjàvu” porque la propia cineasta reconoce a Eric Rohmer como uno de sus pilares básicos para entender el lenguaje cinematográfico; una influencia decisiva que marca Un Amour de Jeunesse, no solamente por los enfoques existencialistas y el gusto por las fluctuaciones temporales, sino por el paralelismo que se establece entre las incertidumbres que asolan la cabeza de Camille y las de los protagonistas de Cuentos de las Cuatro Estaciones (magnífica tetralogía que seguramente Hansen-Løve ha visto en más de una ocasión, y que tiene puntos en común con su desalmada visión del amor fatalista que nos ofrece en este filme, sobretodo con Cuento de Invierno y Cuento de Primavera). También se puede recuperar un largometraje clave de Nobuhiro Suwa para profundizar en la etérea mentalidad de Camille: en Yuki & Nina (2009), la niña de padre francés y madre japonesa busca reconciliarse con su pasado, intentando entender la ruptura sentimental de sus padres, lo que la hace madurar a marchas forzadas; mientras que la muchacha que interpreta Créton madura después de asimilar esa rotura amorosa, efervescente discordia mental que le permite hacer la transición entre una adolescente triste a una mujer de mirada perdida, y es justo después de aceptar su nueva existencia cuando intenta recomponer su pasado reciente.

FICHA TÉCNICA DE UN AMOUR DE JEUNESSE (PRIMER AMOR)

Título original: Un amour de jeunesse

Fecha de estreno: 11-05-2012

Web oficial: http://www.pacopoch.cat/unamourdejeunesse |

Año: 2011 Duración: 110 min

Director: Mia Hansen-Løve

Guión: Mia Hansen-Løve
Intérpretes: Lola Bretón, Sebastian Urzendowsky, Magne Havard Brekke, Valérie Bonetón

Lo mejor:  

A pesar de algún desajuste en la narración, lo mejor sigue siendo el guión, se nota que lo ha mimado y meditado durante mucho tiempo. Mención aparte merece la fotografía diurna Stéphane Fontaine (atención a los contrastes entre las secuencias rodadas en exterior y la fluctuación lumínica en los set-pieces interiores).

Lo peor:

En ciertas ocasiones, el comportamiento emo de la pareja invita a darles un par de collejas para que espabilen un poco.

Puntuación:

7,5

Para los que alguna vez se hayan sentido heridos en una relación amorosa y lo hayan superado con buena cara.



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