Una de aquellas cintas que le hacen a uno reconciliarse con el mundo y verlo diferente a la salida de la sala.
Candidata al Oscar como mejor filme en lengua de habla no inglesa, nos llega a las pantallas esta producción canadiense sobre un profesor argelino que debe tomar las riendas de una clase en la que los chavales se han quedado traumatizados por el suicidio de su anterior maestra. El aprendizaje y el desarrollo humano serán parte de las disciplinas que imparta el nuevo educador de los muchachos. Si bien Profesor Lazhar suena a visto demasiadas veces sobre el papel -recordemos La clase, sin ir más lejos-, su lectura atenta revela que estamos ante una película que debe deshojarse lentamente para llegar a su corazón, valiente y profundo.
A través del maestro del título, columna vertebral de esta obra, Philippe Falardeau adapta la obra teatral de Evelyne de la Chenelière, que consistía en todo un estudiado monólogo, para construir un discurso multidireccional que toca espinosos temas como la cuestión racial, la distancia de la muerte, la superación de los miedos internos o la validez de un sistema educativo que no sabe transmitir sino sólo enseñar. Paulatinamente, la relación entre alumnos e instructor se irá haciendo invisiblemente más estrecha para convertirse en inolvidable.
Profesor Lazhar es de aquellas cintas que le hacen a uno reconciliarse con el mundo y verlo diferente a la salida de la sala, además de provocar un replanteamiento de ideas en torno a nuestro momento actual. También es una película de sentimientos de ésos que van penetrando lenta e imperceptible en el espectador. Lo que no es esta producción es una destilería de emociones simples, engrandeciéndola y elevándola a la categoría de cine contemporáneo útil.
Falardeau utiliza una narrativa pausada y reflexiva, como todo buen realizador francés, pero también muy inteligente que logra cultivar un metraje eficaz a pesar de la sensación de déjà vu que planea sobre todo su argumento. Por su lado, Mohamed Fellag reúne todo lo que precisa y le sobra, para crear una suerte de héroe social. Su perfecta composición basada en la versatilidad lleva todo el peso y valor de la cinta, y cuenta, además, con el apoyo de dos revelaciones de menudas proporciones, de nombres Sophie Nélisse y Émilien Néron.
Estamos delante de otra de esas sorpresas francófonas de la temporada. Al igual que la triunfadora Intocable, Profesor Lazhar se convierte, mediante elementos mínimos, en un relato sincero y vitalista sobre la lucha de un hombre por enfrentarse a las adversidades, aprender de ellas y proporcionar lecciones magistrales de vida, tanto dentro como fuera de las aulas, las mismas lecciones que nos da Falardeau tanto en dirección como en guión. Sólo queda llevarlas a la práctica.